Capitulo IV
El
bus se detuvo en la estación Mapocho a las 6 am. Lorenzo llevaba el
papel, con el cual debería presentarse en la rectoría de la Universidad de
Chile, en el bolsillo derecho del pantalón. Y la dirección de la pensión
de Doña Nana en el bolsillo izquierdo; no había dormido hacía dos
días por el viaje y la expectativa. Revisaba una y otra vez los
documentos, verificando que se encontraran ahí. Podría haberlos llevado en el
maletín pero temía que se lo robaran y decidió llevar los documentos doblados
en los bolsillos de su pantalón. No quería que ningún olvido o imprevisto
echara por tierra el esfuerzo de él y de su amigo Rafael, habían
movido muchos hilos para conseguir esa beca.
Viajaba vestido con un terno y
camisa nuevos que Cristina le obligó a comprar, zapatos
también nuevos que tuvo que sacarse porque torturaban sus pies; en una
maleta pequeña sus cómodos zapatos de siempre, que le ayudarían a caminar,
y ropa de cambio para 3 días.
Se había imaginado muchas veces lo
que sucedería en su reunión. Una vez en el edificio de la rectoría y presentado
ante la secretaria en la recepción de planta baja, esta le dará indicaciones a
qué oficina y piso debe dirigirse, una vez en el lugar indicado otra secretaria
le dirá que lo están esperando y le pedirá la correspondencia, el sacará el papel doblado en 4 partes y
lo entregará con algo de resistencia; ella pasaría al despacho del Rector que
lo haría esperar 10 minutos, luego de una tímida espera de 10 minutos con la
maleta a su lado y el maletín con sus otros documentos sobre las piernas, las
manos sobre las asas del maletín, hasta ser recibido. De ahí en adelante
era donde sus predicciones no estaban claras. A pesar que había
sido instruido por varios amigos que le dijeron lo que le irían a
preguntar, los nervios le jugarían una mala pasada y se le olvidarían todos los
consejos.
Se
puso en pie para salir de último, en el pasillo del bus antes de bajarse
se arregló la camisa que se le salía por la parte de atrás del pantalón (cosa
que siempre le sucedía), aún más con esos pantalones que no estaban bien
subidos, además el cinturón le apretaba, extrañó sus suspensores, se puso
la chaqueta ya que hacía un poco frío de septiembre, se respiraba un aire
dulce de ciudad grande, aire con olor a escapes de autos con dulce del
confitado del maní. Al bajar le preguntaría al chofer
del bus o a su asistente o quizás a las personas que habían viajado con
él, sobre, qué micro tomaría, habiendo bajado del bus y al terminar de
arreglarse la chaqueta, se dio cuenta que todos los pasajeros ya habían
desaparecido, y el bus que no había apagado el motor retrocedió para
desaparecer por una avenida.
“¡Santiaguinos!
Todos apurados"-pensó -. Aquel aire de ciudad era pesado y difícil de
respirar.
No
le importó, por las instrucciones que le habrían dado, sabría cómo tomar
la micro pero si tenía dudas (que seguramente las tendría) no habría problemas
en llegar caminando hasta la casa Central de la Universidad de
Chile, ni pensar en un taxi "así no conocería nada". Llegó
hasta la calle Puente, como le habían indicado, el Mapocho a su espalda.
Caminando recto podría agarrar la micro pero extrañamente no pasaba
ni una, pensó que quizás era muy temprano, y decidió hacer hora en la estación
de bus, por lo que se regresó, eso también le ayudaría a acomodarse
un poco, después de una media hora sacó de bolsillo el croquis y decidió
caminar, sólo necesitó sacar de su maleta sus "zapatos de
siempre" cambiárselos ahí mismo y comenzar a caminar.
Eran nueve cuadras y media en línea recta y se encontraría de
frente con la Casa Central de la Universidad de Chile, las transversales a la
calle por donde iba caminando le indicaba que iba bien: San Pablo, Rosas, Santo
Domingo, Catedral, Compañía de Jesús. Pero algo andaba mal, debería estar
frente a Plaza de Armas, pero no la veía, solo la Iglesia. Como no veía a nadie
a quién preguntar decidió regresarse hasta la estación-vuelta sobre el pie
izquierdo en ridícula pirueta, y siguió caminando al mismo ritmo, no importa que
sea más difícil, lo hizo, todo de nuevo, idéntico al croquis. De
regreso confirmó lo que pensaba: estaba en una calle paralela. Su calle era
Puente y estaba en Bandera, no importaba si caminaba cuadras demás, el
quería hacer su camino tal y como sale en el croquis. No le
importaría caminar después el doble, era aún temprano y la reunión sería a las
diez de la mañana, y aunque era su costumbre llegar media hora
antes, tenía bastante tiempo, y en ese pequeño impasse aprovechaba de
conocer un poco más Santiago, ciudad a la que le tenía cierto
respeto. En las noticias repetían de
manifestaciones contra carabineros y militares cada vez más violentas,
aunque siempre le decía a Cristina que un día iría a una de esas
manifestaciones de apoyo a Allende, “sólo por hacerla rabiar”. A él nunca
le gustaron las multitudes ni las ciudades grandes. Aunque sí decía que estaba
en esas manifestaciones de apoyo “de corazón” (sólo viviría en una ciudad
grande por la necesidad de un trabajo). Y ahora estaba en esa necesidad.
Una
vez en Puente continuó caminando con ritmo calmado las mismas calles pero con
la certeza que esta vez lo hacía tal y como en el croquis: San Pablo,
Rosas, Santo Domingo, Monjitas (por fin en la Plaza de Armas). Había
caminado lentamente por la calle que lo avisaba próximo a
su destino. Allí divisó de frente unos obstáculos de madera que
impedían el paso. Militares armados se veían con aspecto agresivo, no
hacía falta pensar mucho para darse cuenta de qué es lo que estaba sucediendo,
el mero hecho de ver ahí a esos militares lo decía todo. El país estaba sumido,
desde julio, en el temor de un nuevo intento de golpe de estado, la situación
política era de total polaridad, o se era un momio fascista de mierda, o se
era un comunacho marxista de mierda. Él se suponía marxista de mierda, ya
que había pertenecido al PC (Partido Comunista) cuando trabajó en la mina, y al
MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria) cuando se metió a la
Universidad.
Él
ya venía hablando con él mismo desde hace mucho pero dijo esto en voz
alta, como reaccionando:
-
Putas la mala cuea que tiene el Lorenzo debe tratarse de otro tancaso, la
mansa cuea!!!!!
-
Ya tu acercai y preguntai, sabis bien que tenis esa virtú, te lo dicen
todo, (se dijo esto mismo pensando en las mil veces que Cristina le pidió
que "no se metiera en peloteras").
Se
había acercado hasta donde estaba el soldado que se veía más raso, detrás
de la barrera de madera.
-
¡Guenos días, señor!-
- ¿Tú,
qué querís?
- No,
señor, si yo quería pasar nomah.
- Aquí
no hay paso pa´ voh, ni pa nadie! Y es mejor que te pongai a andar si no
vay preso!
- Disculpe,
señor.
Esa
breve conversa bastó para darse cuenta que ese once de Septiembre estaba
sucediendo algo más grave de lo que se imaginaba, pensó en irse directamente
hacia la pensión de la prima de doña Martha, con la que ya había hablado.
Ver tanto militar armado haciendo barricadas ponen bastante nervioso a
cualquiera, descartado lo de andar caminando por Santiago, un taxi debería ser
fundamental en ese momento. No conocía a nadie ahí, sería necesario que el
taxista fuera honesto y lo llevara al sitio directamente, con mucha suerte
encontraría uno aunque fuera deshonesto.
Los
pocos taxis que vio pasar no le hicieron el menor caso; empezó a caminar
muy deprisa dando su tranquillo hacia la estación de buses, pensó que
seguramente allí conseguiría el taxi hasta la pensión de Doña Nana, trató de
recordar de memoria la dirección pero los nervios lo traicionaron y no recordó
nada, cuando estaba a menos de una cuadra de la estación Mapocho se dio
cuenta que el papel con la dirección faltaba en los bolsillos, como
no estaba cansado y tenía por costumbre caminar, decidió regresarse
mirando al suelo hasta que encontrara la carta, su determinación no le
impediría estar dando vueltas calle arriba y abajo hasta media noche si fuera
preciso. Pero en esas circunstancias sería bien complicado estar subiendo
y bajando hasta que apareciera el papel. Al paso por La Plaza de Armas se dio
cuenta que del otro lado habían estacionado varios camiones de soldados, no fue
necesario dar tantos pasos hacia atrás cuando el trozo de papel
apareció. El alivio de un suspiro se vio interrumpido por el
tableteo de una metralleta, que lo paralizó en pánico. Casi corriendo
conversaba con el mismo nuevamente, con las palabras entre cortadas por
el acelerar de la respiración.
-
¡Ya, hueoncito!, a la estación y tomai de una vez el taxi a la pensión!!.
-
¡Pero es que necesitaba el papel con la dirección!
-
¡Claro al gil le falla la memoria justo ahora!, ¿No te podiai haber acordao de
la dirección?
-
¿Y qué iba a hacer yo, hueón?!!!
-
¡Sigue caminando! ¿No veí que están disparando?
Lorenzo
estaba dispuesto a seguir discutiendo con el mismo a viva voz, cuando se dio
cuenta que ya había cruzado un puente sobre el río y además había
avanzado dos cuadras más lejos de la estación.
-
¡Vuelta, Lorenzo, como bailando! (Volvió a increparse).
-
¿Cómo podís ser tan hueón en esta circunstancia?
Cuando
por fin llegó a la estación de buses se dio cuenta que estaba tan solitaria
como el resto de la avenida. Poquísimos autos circulaban y uno que otro
camión de esos que llevan a los soldados, a toda velocidad.
-
¡Hay que pensar rápido y bien, Lorenzo! (continuaba su monólogo).
De
pie en la estación, se quedó pensando por un minuto con
maleta, maletín y la recuperada dirección en la mano. Vio cómo
pasaron dos aviones militares "de esos usados en las guerras" a
relativa baja altura. Tanto por el sonido que emitían como por la situación que
se tornó ya desesperante fue imposible evitar el reflejo de subir la cabeza
hasta verlos desaparecer, tapados por un edificio diagonal a la estación que
tenía un letrero de latón que decía HOTEL. (Seguramente un parejero)
Cruzó
corriendo la calle, empujó con fuerza una puerta sin pestillo pasado, la
cual se abrió fácilmente. Detrás del escritorio de la recepción se asoma un
hombre, iluminado por la luz azul de un pequeño TV que tenía en la parte baja,
que le grita:
-
¡Oiga, iñor, no estamos dando alojamiento!
Quien
le hablaba era un personaje calvo. El poco pelo que tenía le caía largo en las
sienes, y estaba también acomodado con gomina arriba de su calva. Su frente
arrugada reflejaba la tensión de lo que sucedía.
-
Buenos días - dijo Lorenzo (adoptando una posición altiva de "hombre de
negocios") Además que sabía que para convencer a alguien no podría
comenzar sino con buena educación.
-
¡Oiga ya le dije que no estamos dando alojamiento hoydía!
Lorenzo
trataría primero de calmar la situación y después convencer al
administrador (quizás dueño) de ese humilde hotel "parejero"
frente a la estación Mapocho.
Sonriendo
- Pucha la que está cayendo allá afuera. Nosotros sabíamos que sería
así… pero, por la cresta, que me tocó la mala suerte que me agarró
en mal momento. ¿Están diciendo algo en la tele?
El
hombre detrás del escritorio se incorporó un poco más y respondió con algo de
desconfianza:
-
¡No, no están diciendo ná!
-
Ya dentro de poquito van a empezar a aclarar toó, ¿Usté, estaba aquí en
Santiago cuando pasó lo del tancazo? (Lorenzo usaba un modo de hablar
como cuando imitaba a los derechistas burlándose)
-
Yo de aquí nunca me muevo, somos yo y mi sobrino que atendemos.
-¡Ya,
bueno! (Dijo Lorenzo simulando tranquilidad y dominio de la situación
tanto fuera como dentro de esa pequeña recepción de hotel).
Habló
mirando por la pequeña ventana alargada de la puerta de madera, sabía que
despertaba curiosidad, como si trajera la respuesta de que es lo que ocurría o
como si fuera participante de lo que ocurría. Su postura de
"manda más”, poco común en él, lo hacía verse más alto.
-
Oiga amigo, yo vengo llegando a las seis de la mañana en el bus desde
Antofagasta, esta situación mañana por la mañana va a estar solucionada.
Yo debería estar en la Casa Central de la Universidad ahora mismo, pero
con la cosa como están, se dará cuenta que no va a ser posible llegar (se
volteó y camino hacia el escritorio mirando a los ojos al atemorizado administrador).
-
Además - . Dijo, mientras se escuchaban ecos de disparos que no le
inmutaron - no
va a dejar usté que me maten por error allá afuera.
Puso
una gran sonrisa que tranquilizó un poco al hombre que era un manojo de
nervios.
Continúo
Lorenzo:
-
Oiga, no pienso tomar ventaja de la situación ni de mi posición. Mire le pagaré
dos noches por adelantado, y si me voy mañana por la mañana queda como propina.
¿Cuánto cuesta la noche?
-
Quinientos pesos…!
-
¡Ya pueh! (Más disparos aislados. Lorenzo se agacha un poco la cabeza)
Sonriendo
dice: ¡Chucha! : Le extiende mil pesos, aún sonriendo.
-
El hombre le pasó la llave marcada con el número 28, en un gran pedazo de
madera curtida por el manoseo.
-
¿Le ayudo con las maletas?
-
No se preocupe yo puedo solo.
Su
atuendo nuevo y pulcro, ayudó a convencer al dueño de ese hotel,
que se trataba de un hombre importante que se vio sorprendido por algo que el
"ya sabía que sucedería," lo único que podría delatarlo eran
esos viejos y desgastados zapatos que llevaba puestos, y la antigua maleta.
Sabía,
sobradamente, que una mentira se fabricaba, no solo por el contenido de
esas mentiras, si no por la forma en que eran dichas, cosa que aprendió a hacer
desde muy joven, sacaría partido de eso toda su vida.
Al
llegar a su cuarto 28 una cama doble un baño chico, un pequeño closet,
una lámpara de techo y una radio sobre el velador con un
pañito bordado debajo de ella.
-¿Funcionará
esta custión? - dijo en voz alta, simulando todavía ser quien no era.
Hizo una carraspera de personalidad, para aclarar la garganta.
Nervioso agarró la llave intentando abrir.
Encendió
la radio y se prendieron unas luces amarillas que indicaban en qué
sintonía de dial está. Movió el dial y buscó una radio
que diera información. La primera que encontró, ahí se quedó escuchando.
Ya eran las 9 de la mañana, se sentía en la calle el ruido de lo que dentro de
poco se fraguaría como un golpe de estado, Lorenzo ya tenía claro lo que estaba
sucediendo.
Se
sentó en la cama y escuchó la primera la radio. A ver si podía saber algo de lo
que sucedía afuera. Solo se escuchó música de bandas militares e himnos que, de
vez cuando, se interrumpían para escuchar a un locutor hablar sobre las
consignas de las fuerzas armadas que lideraban el golpe. Se soltó el cinturón
que le torturaba y le dejaba marca en el ombligo. Escuchó más
disparos en la calle, decidió cerrar la persiana de madera que tapaba por
completo la ventana. Sabía que la madera no pararía las balas, pero por lo
menos no lo verían a él, así estaría más tranquilo. Se sentó nuevamente en la
cama junto a la radio, ya que durante una hora se escuchó siempre lo mismo y no
se recibía ningún otro tipo de información, hasta que encontró una radio
por la cual estaba hablando el mismo Salvador Allende, cosa que lo tranquilizó.
Pensó que, a lo mejor, la situación ya estaría controlada, por los mismos
generales que habían repelido el "tancaso". Estaba tan cansado por el
viaje que no escuchó lo que decía, sólo escuchó que era Allende. En una
posición más cómoda, y a pesar de la gravedad de lo que estaba sucediendo, (las
cuarenta y ocho horas sin dormir le cobraban factura) se durmió tendido
en la cama, diciéndose así mismo:
-
Es descansar un ratito y ya sigo pendiente de las noticias.
Así
se quedó dormido Lorenzo, durmió durante todo el golpe de estado,
ni las balas ni el ruido de las cercanas explosiones de las bombas que los
aviones tiraban en La Moneda lo despertarían, solo despertó a
las 10 pm de ese mismo día, sobresaltado y confundido. Le costó diez segundos
ordenar su cabeza y saber dónde estaba, por qué y qué estaba sucediendo, no
faltó la recriminación hacia él mismo de "por qué se le ocurría
quedarse dormido en ese preciso momento". Entró al baño, se lavó la cara,
se miró en el espejo. Solo tenía puesta la camiseta blanca, raro fue que no
recordó en qué momento se quito la chaqueta, la camisa y la corbata que había
dejado acomodado en el pequeño closet. A lo mejor la Cristi - pensó para sí mismo
- sonrió irónicamente por su propio mal chiste.
Se
vistió con su nuevo terno nuevamente, poniéndose esta vez los zapatos
nuevos, y bajó las escaleras pero solo hasta la mitad, ya que daba
justo para ver al mismo personaje de esa mañana, en la misma posición,
iluminando su cara con el brillo azul del pequeño
televisor.
-
Buenas noches, jefe! (simulando hacer la misma interpretación de la mañana).
-
Buenas noche, señor (le respondió el personaje).
-
¿Se sabe algo ya, de cómo está la custión?
-
Lo único que parece que ya no está Allende más señor, parece que se suicidó.
Lorenzo
no pudo disimular su angustia en ese momento, su cara fue expresión clara
de lo que sucedía por su cabeza.
-
Hay estado de excepción, señor. No se puede salir a la calle.
-
Ya, no, si…. estee ,,, eso uno se supone cuando pasan estas cosas
(haciendo un pésimo intento por recobrar la compostura) ¿Ud. no tendrá servicio
de comida aquí no, cierto?
-
No señor, si esto es puro hotel no máh. (Casi sosteniendo la ironía.)
-
Ya bueno, nada se pierde con preguntar. Mañana saldré a dar una vueltita a ver
qué encuentro. (Aunque trataba de interpretar el papel, hablaba con la mirada
perdida en una pared). Antes de irse a su pieza, preguntó al
recepcionista:
-
Oiga ¿Y quién queda de presidente entonces?
Respondió
encogiéndose de hombros, y le dijo: - Unos generales parece.
-
¿Se sabe quiénes son?
La
respuesta fue simplemente encogerse de hombros.
Lorenzo
subió nuevamente y se metió en la cama mirando el techo, dispuesto a
pasar una noche de insomnio, escuchando la radio para enterarse de
qué es lo que sucedía. Pero quizás por un mecanismo de defensa, volvió a
quedarse dormido, solo despertó a las 7 de la mañana del otro día, nuevamente
no supo en qué momento se había desvestido para quedar en calzoncillos y
camiseta, su ropa toda acomodada en el pequeño closet.
Se
levantó buscando en la radio algo que le dijera cuál era la situación en ese
momento. Tenía mucha hambre, se bañó y se puso ropa de diario. Bajó las escaleras
y no dio los buenos días a quien se encontraba en el mostrador en la misma
posición que el otro señor, sólo dejó la llave y dijo:
-
Voy a salir un ratito a ver si encuentro algún sitio pa´ comer alguna cosa,
¿Ud. no sabe donde podría?
-
Aquí a la vuelta no más, señor, pero no creo que encuentre abierto.
-
Ya voy a asomarme un rato no máh y después veo.
Afuera
no encontró nada abierto, pero a pesar del estado de excepción sí alcanzó a
divisar algunos taxis que ese día sí estaban circulando. Lo mejor en ese
momento era ir al hotel agarrar su maleta, su maletín y dirigirse a la pensión,
así lo hizo y, en menos de una hora, ya estaba saliendo del hotel vestido
nuevamente con su terno, lo único que no se puso fueron esos zapatos desgastados,
iba con sus "zapatos nuevos", por si acaso - pensó- . Le
costó un poco encontrar un taxi, y comenzó a caminar en otra
dirección, paralelo al río ya que no quería encontrarse de nuevo
con los militares que había visto en la barricada. Sólo caminó un par de
cuadras, paraba de vez en cuando para hacer señas a los taxis hasta
que por fin paró uno, subió sus cosas, entró y al sentarse dijo con voz
de gerente de banco: A Aldunate con Pedro Lagos, por favor.
Como si la dirección de la pensión la supiera desde siempre. Se sorprendió
el mismo que al revisar el papel con la dirección que llevaba el
pantalón ,era esa la dirección!. El taxista comenzó a sacarle
conversación, pero Lorenzo estaba parco, pararon en un puesto improvisado de
control de carabineros, Lorenzo pensó en ese momento que quizás los pocos
taxis que había, estaban obligados a pasar por esos puestos, para ver a quién
llevaban. Al ver cómo se asomó el carabinero a la parte de atrás del taxi, por
un breve instante Lorenzo hizo un gesto de mirar en otra dirección con
expresión de molestia, como para simular ser "alguien importante" a
quien los puestos de control le quitaban tiempo, no le pidieron que bajara, el
carabinero se dirigió al conductor del taxi.
-
¿A dónde se dirige?
Lorenzo
alzó la voz casi como un grito desde la parte de atrás del vehículo,
interrumpiendo al conductor que aun no comenzaba a hablar.
-
Oiga, señor, vamos a Aldunate con Pedro Lagos!!!!! (Simulando molestia por el
atraso). Supuso que el conductor le hizo alguna seña con la mirada al
carabinero, que dio un paso atrás hizo unas señas con la mano y le
dijo al conductor:
-
Circule por favor, y perdone la molestia, Lorenzo recalcó aún más su
papel de hombre importante, quedó mirando muy fijamente y serio al
carabinero, al partir de ahí le preguntó al chofer.
-
¿Hay muchos controles más?
-
No se, señor, pero donde vamos no es muy lejos, parece este puro control.
Se
sintió aliviado y no lo pudo disimular.
Fue
en ese momento que se dio cuenta de lo mal que le hubieran quedado
los zapatos, de siempre, con ese atuendo elegante, afortunadamente
se había puesto los nuevos ya que las condiciones de los otros zapatos
hubieran despertado la suspicacia de los carabineros, si es que lo mandaban a
bajar.
Al
llegar a la pensión, estaba ubicada en una larga calle con árboles que según
pensó él, "refrescarían el caminar en el verano", tocó el timbre
donde una señora de unos 65 años, con cara dulce, se asomó por la puerta sin
abrirla del todo, lo suficiente como para asomar la cabeza,
agarrándose con una mano el escote de la bata de levantarse y con la otra
sujetar la puerta para que la tapara.
-
¿Qué desea, caballero? - Vengo a hablar con la señora Nana. (Ya sin interpretar
ningún papel)
-
¿Qué desea, caballero?, repitió la pregunta, un poco molesta al desconocer al
hombre que tocaba su puerta.
-
Es que vengo a hablar con la señora Nana, lo que pasa es que yo había
hablado con ella referente a una pieza para alquilar.
Antes
que ella increpara nuevamente por su identidad, dio un paso atrás y le dijo:
-
Mi nombre es Lorenzo, Lorenzo Tapia.
-
Ooooooyyy pero mijiiiiito,- dijo la señora Nana quitándose la mano de la
abertura de la bata y abriendo de par en par la puerta.
Levantando
los brazos, y agarrándole la cara le dio "besos de abuelita".
-
Mijito ¿Dónde estaba usté metido? Estamos todas preocupadísimas por usté.
Fíjese que lo han llamado de Antofagasta ya ocho veces, su esposa está harto
nerviosa.
Lo
dirigió colgándose de su brazo a un salón donde tenía una mesita con un
teléfono. Llamó a un operador, para que le dieran comunicación con
Antofagasta, Martha tenia teléfono en la casa también, era una suerte.
-
Mientras usted habla m´hijito le voy a preparar algo pa que desayune.
-
No, si no hace falta, doña Nana.
Ella
aunque lo escuchó se hizo la que no escuchó nada y fue a tostar pan.
Lorenzo
ya había hecho las diligencias para que Cristina estuviera en su reposo.
Por las mañanas con Doña Martha y, por la tarde, con una amiga cuyo nombre no
recordaría nunca. Mientras él se dedicaría en Santiago a realizar el
proceso de inscripción y ver el cuarto donde vivirían.
-
Cristina llorando- ¿Pucha, gordo, dónde cresta estabai?
La
comunicación era mala pero Lorenzo sentía la desesperación y la angustia.
-
Cristinita, es que me agarró esta pelotera justo cuando venía llegando.
La
llamada de larga distancia repetía las frases completas de Lorenzo,
que procuraba hacer espacios entre frase y frase.
-
¿Pero cómo no llamai? No sabís lo que uno está pasando aquí? (llantos).
-
¿Estai bien ahí? ¿Ha pasado algo?- De aquí era imposible llamar, si me
tuve que refugiar en un hotel cerca de la estación.
-
¡Oye si aquí no ha pasao na muy grave! ¡Si es por lo que estoy pasando sin
saber de voh! (más llantos ahogados).
-
Cristinita, si estoy bien. Lo que pasa es que no podía llamar. ¡No sabís
cómo está la custión aquí!.
-Sí,
sí sé, estoy viendo la tele! (más tranquila).
- Ya….
Oye, te estoy llamando de la casa de doña Nana!, Me voy a
quedar aquí hasta ver cómo soluciono la custión!
-
Ah ¿Ya llegaste? ¿Donde la Nanita? (Se escuchaba su voz con
nariz tapada).
-
Si pueh, si de aquí te estoy llamando. (Ambos acortaban las frases diciendo
solo lo necesario).
-
Ya, me quedo más tranquila (con voz aun nerviosa), oye dile a la Nanita que
aquí la Martita le manda saludos.
-Ya,
sí, yo le digo. Vamos a cortar, mhijita, por que va a salir muy cara la
llamada.
-
Ya mi gordo, cuídese y no se ande metiendo en medio de peloteras
donde no lo han llamado.
-
¡Sí sabis que no puh, Cristi! ¡Ya! ¡Te dejo porque ya no oigo casi
ná! ¿Aló? ¿Aló? ¿Aló?
La
llamada se había cortado. Cristina no alcanzó a despedirse. Colgó, se
sobresaltó un poco al ver a doña Nana, parada a su lado, sonriendo por
haber dejado tranquilas a "las de Antofagasta", agarrando su bata de
dormir con las dos manos, una casi cerca del cuello. Lo miraba
mientras sonreía, se soltó las manos y lo agarró del brazo conduciéndolo hasta
a cocina donde tenía un taburete alto que había puesto para comer en el
mesón. Le había puesto café con leche, pan tostado, mermelada y mantequilla.
- Si
no hace falta, Doña Nana, yo ya comí - mintió.
-
Usted no ha comido ná m´hijito. Siéntese y coma. ¡Si
hasta trae cara de hambre!
Lorenzo
no había comido nada desde un día antes de su llegada. Por lo menos 48 horas
sin meterse nada a la boca, tenía hambre atrasada. La señora Nana se dio cuenta
de eso y se paró a tostar un poco más de pan, sacó un poco de queso que tenía
en el "frigider", sin preguntar si quería o no. Lorenzo estiró la
mano para recibir el plato con el queso en lonchas, Juntó queso, mantequilla y
mermelada en un pedazo de pan tostado, que engulló rápidamente casi sin
masticar. La señora Nana se apresuró a levantarse y pelarle una naranja para que
"quedara completo", no sin antes ofrecerle otra taza de café con
leche. A ella le gustaba ver a la gente comer con hambre y en ese momento
hambre era lo que más le sobraba a Lorenzo, quien jamás perdía el apetito,
incluso en esos momentos angustiosos.
Habiendo
terminado el café y comenzaba a comerse la naranja, ella se puso a su lado y,
en forma maternal, le preguntó:
-
¿Y qué opina de toda esta custión que está pasando?
-
La verdad, doña Nanita, todavía no tengo bien claro qué cresta está
pasando. (Simulando ignorancia).
-
¿Usté no se ha dado cuenta lo que pasa?
-
Más o menos nomáh, doña Nana. Fíjese que cuando me bajé del bus me fuí
caminando a la Casa Central, ahí antes de llegar, eso estaba ya con militares,
y yo ni me acerqué a preguntar ná. Como uno no sabe qué está pasando. (Sabía
que sobre actuaba).
-
Eso estuvo bien. Mire lo mejor de todo esto, es que por fin nos quitaron
de encima a esos comunistas de mierda.
-
¿Pero entonces es verdad? ¿Allende no es más presidente? (En ese momento dejo
sin masticar un trozo de naranja en su mejilla).
-
¡Se suicidó, por cobarde y tramposo!
-
¿Pero, usté, cómo sabe si no lo mataron?
-
¡Lo dijeron en la tele!
Después
de desayunar, se instaló en la habitación que Doña Nana había
reservado para Cristina y para él. Le pareció inmensa en comparación con
el pequeño cuarto donde había estado la noche anterior. Parecía que había
pasado una semana de eso, pero sólo había sido el día anterior. La
hora de almuerzo era a las 2 pm, por lo menos podría ver algo de televisión. Se
volvió a lavar a pesar de que ya lo había hecho esa mañana, se puso su
ropa de diario y MUY CONSCIENTEMENTE, dejó colgado su palto en un gran
closet que tenía esa habitación.
Se
dirigió al salón donde temprano había hablado por teléfono con Cristina, ahí
había visto un tv grande donde seguramente la gente de esa pensión pasaría los
ratos de ocio. Encontró a un grupo de hombres de su edad, todos con el pelo
largo y casi tan mal vestidos como él. Sintió que había encajado en un
puzzle donde era la pieza que faltaba. Después le explicaron que Doña
Nanita le alquilaba cuartos a "puros profesores
universitarios". Se sintió en su ambiente o más bien en uno de sus
ambientes. Ahí se quedó viendo la TV hasta que las noticias se
acabaron. A su lado Jaime Solórzano, profesor de química, en la Facultad
de Química y Farmacia, le preguntó si trabajaba en la universidad. Lorenzo era
normalmente muy comunicativo pero eran tiempos de callar y no de comunicar. No le contaría cómo
había llegado desde Penco hasta Antofagasta y. luego, a Santiago, menos aún sus
convicciones paseos por el PC, sus asistencias al MIR en la Universidad,
apenas lo justo, cosa que sea quien fuere, pasára inadvertido .
Jaime
Solorzano se dirigió al resto del grupo que se encontraba ahí-
Los fascistas han suspendido todas las actividades de la Universidad, las
autoridades han sido removidas y están llamando por radio a cuanto perico ha
estado metido en la UP o partidos de izquierda.
Lorenzo
sin preguntar trataba de sacar información y saber que es lo
que pasaría con su beca.
Ante los comentarios de que es lo que sucederá y que deberian hacer Lorenzo increpó.
-
¡Pero la universidad no puede parar! Sea con el gobierno que sea.
A
Jaime Solórzano le tembló la voz.
-
Oiga, don Lorenzo, la universidad seguramente dentro de poco vaya a reabrir
pero harán una depuración interna y dentro de poquito la universidad ya
no será lo que Ud. piensa! ¡Será otra custión!
-
¿Ya pero la gente como usted que ya trabaja en la universidad?
Jaime
sacudió la cabeza haciendo una repetida negativa con los ojos llenos de
lágrimas.
-
Yo, de todas maneras, me voy a presentar a la universidad, si tan metido no
estaba en la política - Explicaba, mientras sus manos temblaban aun más.
Lorenzo
sintió como si hubiera tragado un pedazo muy grande hielo, y este formara más
hielo en su estómago. La institución que le daba la beca había desaparecido,
eso es por el lado "menos malo", ya que además el nuevo gobierno
había comenzado a meter preso a los ministros de Allende, y de ahí en adelante
seguiría metiendo gente presa. Pensó que le faltarían cárceles, porque los de
izquierda eran muchos.
-
¿Pero aquí en Santiago a donde los van meter presos a todos? - Bromeó en
voz alta Lorenzo, paralizando de miedo a los que ahí estaban.
Queriendo
ser fuerte y dar seguridad a ese grupo que ya
sentía pánico, se dio cuenta de la reacción de los que estaban
y pensó que lo mejor sería hacerse el tonto siempre. El ambiente era de mucha
tensión, las noticias no dejaban de ser malas por todos lados. También pensó
que era mejor darle tiempo al tiempo.
Cinco
días más habían pasado y en esa pensión casi nadie salía a trabajar. Poco
era lo que sucedía aparte de la rutina de comer, retirarse a su pieza y por las
tardes ver noticias. Al quinto día llegó un camión de militares a gran
velocidad, haciendo sonar sus ruedas al frenar frente a la pensión, se bajaron
varios soldados armados que se pusieron en fila, mirando hacia la pensión. De
último, se bajó uno que no tenía casco, se veía que era el
que mandaba más. Golpeó fuertemente la puerta, no esperó
tres segundos para repetir esa manera de golpear tan insolente en
casa ajena.
Doña
Nana como jefa de de esa casa era la única que abría la puerta y la única
que respondía el teléfono.
-
¡Buenos días!
- Buenos
días, señora. ¿Es usté la dueña de la pensión?
- Así
es, señor, correctamente.
-
¿Usted tiene alojados aquí a Hugo Marambio, Jaime Solórzano y Roberto González?
-
Bueno ellos se quedan aquí por temporadas pero ahora mismo…
Doña
Nana no alcanzó a terminar de hablar cuando ese militar empujó la puerta,
haciéndola caer sentada, no pudo sofocar un grito. Entró ese que parecía
sargento y tres soldados más que lo seguían a paso de trote. Las botas
sonaban por el pasillo, hasta llegar a ese salón central, desde donde se
podía tener una vista de todas las puertas de las habitaciones.
-
¡Hugo Marambio, Jaime Solórzano y Roberto González!
En
ese momento, junto a su puerta, Lorenzo tenía la mano en la manilla, solo para
preguntar ya que a él no lo habían llamado. En ese instante, como
una centella, imaginó lo que le diría Cristina:
-
¿Te llamaron a voh? ah? ¿Te llamaron a voh ? ¿Ah? ¡Entonces no
tenis nah que estar asomándote donde no te han llamao!
Inmediatamente,soltó
la manilla de la puerta. Nuevos gritos aun más fuertes se sintieron muy cerca
de la puerta de la pieza de Lorenzo.
-
¡Hugo Marambio, Jaime Solórzano y Roberto González!
Se
sintió el ruido de una puerta, pasos y conversaciones que no alcanzó a
entender. Después los ruidos de otra puerta, más pasos, más
conversaciones acaloradas, que no se alcanzaban a distinguir. Pasos saliendo de la pensión y nuevo grito
aún más fuerte.
- Roberto González!!!!!!! Roberto
González!!!!!!
Lorenzo sintió los gritos casi dentro de su
pieza, a seguir sintió como de una patada con esas botas negras abrían la débil
puerta de madera, era en la pieza contigua a la suya, escucho claramente como
se rompían cosas y alguien se resistía a ser llevado, "hombres
forzando…. - "conchetumadre"….- Con los dientes
apretados mientras hacían fuerzas, hasta que en pocos segundos su
vecino (a quien no alcanzo a ubicar de cara), fue sacado de su pieza
destrozada, mientras gritaba:
- Si yo no he hecho ná hueon POR QUE ME
LLEVAN A MI? SI YO NO HE HECHO NÁ!!!
Se escucho un ruido seco al tiempo que un
quejido, Lorenzo adivino un fuerte culatazo en el estomago o en las costillas,
en posterior conversación con Doña Nana, se lo confirmaría, estaba ella
llorando y preguntaba:
- Qué esta pasando? …Por qué se los llevaban?.....
¿A dónde se los llevan?....
No recibió ninguna respuesta solo una pregunta
de ese que mandaba que volvió a entrar, y gritando:
- Usté iñora a cuantos comunistas mas esconde en
esta casa?
- yo? a ninguno si doy alojamiento a puros
profesores de la universida... (Ella
iba a seguir explicando cuando la interrumpen con nuevos gritos.)
-
Estos señora!, son comunistas! con usté misma vamos a hablar después a ver a
cuantos mas usté va a seguir escondiendo!!!
El militar sale seguido por las botas que
golpean el suelo como si se tratar de una manada de caballos, se escucha partir
el pequeño camión.
Lorenzo dejo pasar mas o menos media hora
antes de salir de su pieza, en la cocina estaba Doña Nana aun nerviosísima,
tomaba un té de esos que calman los nervios, Lorenzo se asomo a la cocina
inclinándose hacia adelante por la puerta.
- Permiso.
- M´hijito! Si con toda esta custion
hasta me olvido de que usted estaba aquí!
- Queda alguien mas en la pensión Nanita?.
- Hay un señor mas que me dijo que se iba
a ir hoydia en la noche, por que esta asustao que se lo lleven a el también, y
queda usted no mas!.
- Pero dijeron algo? Se sabe donde los
llevaron?
-No dijeron ná….Se los llevaron así nomas, voy a
tener que avisarle a la esposa de de Don Jaime que vive en Valparaíso, el señor
Hugo es soltero…..así que no tengo a naiden a quien llamar.
Estaba tan atemorizada sobre lo sucedido que
no quiso siquiera mencionar a Roberto González, también Lorenzo estaba
atemorizado por lo que tampoco preguntó.
- Hicieron añicos la pieza que
esta al lado de la suya.
- Así escuche doña Nana.
- Yo no se que hacer! juntarle las cosas de ellos pa
que después vengan a buscarlas, o a lo mejor ellos solitos regresan,
- A lo mejor.
Doña Nana le preparo desayuno igual como el
primer día, ya que tenia intuición de que pasaba hambre, y el hambre era una
característica de Lorenzo cuando estaba nervioso.
- Doña Nana, yo creo que en dos días mas o a
lo mejor uno solo yo también me voy a ir, a mi igual me pueden llevar si
regresan! y quien sabe lo que les pase, yo por mientras me voy a
Antofagasta a estar con la Cristina hasta que las cosas aquí en Santiago se
tranquilizan, no se preocupe por el alquiler igual le dejo pagado el mes, lo
único que le voy a pedir Doña Nana, si, cuando me haya ido, vienen los
militares y preguntan por mi…. no les vaya a decir que estuve aquí..
Si igual me llevo todas mis cosas…. le dejo la pieza tal y como la
encontré.
- Si m´hijito a uste no lo van a venir a
buscar, por que no creo que vayan a venir mas. Le
voy a pedir un favor para hoydia!
- Dígame nomás doña Marta (era fácil confundirles
eran muy parecidas)
- Que me queme un poco la basura allá atrás !mire
que el camión no ha pasado, y ya se me empieza a acumular!
- Ya Nanita, dígame donde esta la basura nomas y yo
se la quemo!
Lorenzo aprovecho y busco casi todos los
documentos que traía en el maletín de los documentos, excepto partida de
nacimiento y otros de identificación, pero todos los curriculum que traía y
referencias fueron quemadas hasta que solo fueran ligeras cenizas negras, lo
mismo hizo con sus carnets de partidos políticos.
Pasaron 3 días desde que los militares fueron
a casa de Doña Nana cuando Lorenzo vestido nuevamente de elegante, salía de la
pensión de Doña Nana con la promesa de "venirse de todas
maneras" ya que en menos de un mes va a estar todo arreglado le
dejaría pagado ese mes de pensión a Doña Nana, por si acaso, aunque podría
haber tomado una micro si caminaba un poco prefirió tomar un taxi nuevamente
hasta la misma estación de buses, al bajar del taxi diviso
nuevamente el hotel donde se hospedó ese once de Septiembre, se
dispuso a tomar el bus de regreso que esta vez demoraría cuatro días en llegar
a destino ya que de noche no se podía viajar, por el toque de queda.
Lorenzo se
lamento de haberse llevado un libro para entretenerse por mientras, solo podría
pensar y dormir.
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