17 jul 2011

"AGUAITACAMINOS/CHOTACABRAS" (cap.5)


CAPITULO V

Sentado en el suelo de cemento de la plaza,  le aplanaba las nalgas que servían de  almohada para su  ancho torso, las piernas cruzadas, y las manos apoyadas en sus tobillos escuchaba una vez más un fragmento de la novena sinfonía, con los ojos cerrados, involuntariamente ponía expresiones en su cara con cada nota, alguien había reparado hace dos domingos atrás  de las expresiones de la cara de un minero que no faltaba a ninguna de las presentaciones, pronto el evento tenia que ver mas por las expresiones que  ponía Lorenzo que por los mismos toques, el no lo sabia por lo tanto no lo disimulaba para nada, solo ese día en que su éxtasis arranco risas colectivas se dio cuenta, que todos reían de él, todos menos los músicos. Lorenzo tuvo necesidad de desaparecer bajo la tierra, estar metido en su mina lejos del alcance de las miradas burlonas o quizás transformarse ipso facto, levantarse quitarse la ropa anónima que lo vestía y mostrar debajo de ella un elegante frak de ejecutante, transformarse en el director de la orquesta, eso les enseñaría a los tontos que reían que se trata de sensibilidad musical y no otra cosa que cause esa estúpida burla de la cual era blanco. Nada de eso ocurriría, el seguía ahí sentado sin poder irse;  largarse de ahí  seria aun más humillante, además que no perdería un concierto solo por unas estúpidas burlas, solo esperaba a que cesaran; se balanceaba de atrás hacia adelante mirando  con recelo al resto de la estúpida audiencia, mirando hacia derecha e izquierda solo quedaban fuera del alcance de su vista los pies de quien estaba de pie a su lado , pies a los que miraba con desprecio ya que seguramente los dueños de esos zapatos tan elegantes y pulidos se burlaba también, solo bastaron cinco minutos para que la música lo envolviera nuevamente y volvió a sus expresiones de notas, aunque sabia que le miraban y se burlaban de el,  incluso exageraba las caras, mientras mas se rieran mas estúpidos serian quienes se burlaban, en una pausa de la música abrió los ojos y se dio cuenta de unos ojos color miel se le clavaban en los suyos, junto con  media sonrisa, no era de burla, era diferente, pensó que quizás  era dirigida hacia alguno de los que estaban de pie a su lado,  pero era poco probable ya que era el único sentado en el suelo y la mirada estaba dirigida hacia el , su timidez lo llevaría a desviar la mirada hacia sus calcetines, cuando levanto nuevamente la cabeza volvió a ver esos insistentes ojos color miel  con las cejas levantadas le daba aún mas timidez apartar su mirada que mantenerla ya que seguramente le  estarían mirando otra vez, tarde se dio cuenta que había comenzado la ultima parte del concierto, para lo que necesariamente volvió a cerrar los ojos, no para volverse a concentrar en la música sino para escapar de la insistente mirada de esa chica que clavaba los ojos en los de él, solo paso un minuto , volvió a abrir los ojos buscándola nuevamente y ahí estaba ella no se despegaba de su mirada,  comenzaba el himno a la alegría, y cerro los ojos por ultima vez, (pensó en monologo).

- pucha y si sigue mirando!
- La mirai puh hueon y le sonries!.
- Es que va a pensar que me gusta!
- Debe estar mirándote justo ahora.
- ¿Y voh pensai que no te mira?

Aguanto los ojos cerrados todo lo  que le permitió su curiosidad, al abrirlos de nuevo ya no  la vio, había desaparecido en el pequeño tumulto de gente  que esta por detrás de los ejecutantes, algún dejo de decepción le asalto en pensamientos,  se pregunto  si no habría soñado con  esos ojos,  los comenzó a buscar a escrutar desde su incomoda posición explorando las caras que alcanzaba a ver, hasta que en un segundo barrido de su mirada con la boca abierta y con cara de tonto, la encontró, fue automático verla mirándole y cerrar la boca, cosa que causo una pequeña risa  en ella,  ya no volvió a cerrar los ojos, no se atrevía a correr   el riesgo que ella quisiera "escapar" y  perderle de nuevo,  los fijo en los de ella haciendo nuevamente sus ademanes, en lo que comenzó el himno ella le sonreía con todos sus perfectos dientes, el continuaba con sus expresiones como un triunfo a su timidez, levantando las cejas y haciendo muecas con cada nota, esta vez mucho más abiertas mucho mas expresivas, mucho mas efusivas!, ella entendía cada una de las notas y casi aplaudía a Lorenzo no a la banda, había una comunicación especial a través de la música que hizo íntimos a ese par de desconocidos, algo que no fue entendido por el resto de la audiencia ya que nadie prestaba atención a Lorenzo, ni a sus ridículas expresiones, solo escuchaban al pequeño grupo que tocaba la parte mas álgida  final del  ultimo recital de ese verano en la plaza, Lorenzo sabia exactamente que hacer al final de la ejecución, tomo conciencia, que la música estaba apunto de terminar, había mucha gente que imitaba a Lorenzo, quien fue el primero en acercarse a hablar con los ejecutantes, el comenzó a ponerse de pie  sacudiéndose el polvo que se había pegado a sus nalgas, se  acercó a su amigo Celso para conversar algo con él, el único gesto de arrogancia que podría demostrar  era precisamente ese, que ella viera de debajo de esa ropa humilde había alguien un poco más "conectado" en el acto que ella fue a ver.
La gente empezó a desalojar la plaza, el se dirigió hacia  su amigo, que le cuestiono antes que  pudiera comenzar una conversación.

- ¿Y….  Lorenzo… juntaste tus papeles del liceo? (en tono de quien exige algo).
- Si ya los lleve a la rectoría, me dijeron que no había problema
-¿Con qué vai a comenzar?
- Con el Oboe! (Esperaba alguna recriminación de su amigo)
- Putas pero, es que  esto es pa alguien ya bien empezao en la música
- No, si me meto, es pá empezar con  el Oboe ,  si no, no hago ná.

Mientras hablaba Lorenzo cabeceaba mirando a un lado y a otro a ver si ella continuaba por  ahí, pero el movimiento de la multitud lo hizo imposible, se había perdido. Penco era un  poblado relativamente chico, a ella no la había visto nunca antes, seguramente pariente de alguna familia  de vacaciones en la casa. Se volteo finalmente hacia su amigo y le repetiría la retorica que había ensayado, cuando la vio a ella caminando hacia él, por un momento se apago la voz de su amigo, y comento en voz baja con los dientes medio cerrados.

- chucha  viene pa acaaa!

Cristina interrumpió la conversación mirando  fijamente a Lorenzo que se puso pálido, iba a empezar a tartamudear alguna tosca galantería pero no le salió palabra de la boca, apenas la mandíbula moviéndose casi tiritando.

Cristina - Oye mi tía dice que si vay a llegar temprano pa comer?!.
Celso - No se todavía si los demás cabros se van a reunir o no, dile que  me deje algo de comida.

Cristina hablaba con Celso Pero miraba a Lorenzo coqueteando.
Celso se dio cuenta de las miradas y miro con malicia a Lorenzo…  - Oye Lorenzo esta mi prima!, llego de Punta Arenas hace dos días.
Lorenzo- Mucho gusto señorita bajando la cabeza demostrando más  humildad que galantería.

Cristina le extendió la mano delicada que el sin darse cuenta apretó demasiado, casi dio un quejido de dolor por el  apretón, pero supo disimular, recomponiéndose le hablo a su primo.

 - Oye ya puh, dime de una vez, no vis que los tíos se van y despueh  yo no se llegar sola.
- Ya oye, anda a buscarlos y pregúntales si se van a quedar por acá cerca de la plaza.

Cristina salió corriendo dándole un pequeño empujón a Lorenzo, ella ya había terminado el liceo hacía un año, pero aun conservaba ese aire de adolecente colegial, con el cabello largo y muy peinado hacia atrás sujetándoselo con un gancho, mostraba toda su cara desnuda.

Lorenzo la siguió con la mirada la  vio alcanzar a la familia de Celso  en la esquina de la plaza, casi donde no había luces de calle, hablo algo  con la jefa de esa familia, a lo  que vio al jefe de la familia asentir, su esposa mirarlo quizás cuestionándole su determinación, unos niños  se le colgaban de los brazos a Cristina, después continuaron y se perdieron  de vista por la calle oscura mientras Cristina corría nuevamente en dirección de Lorenzo y su primo.

Celso continuaba explicándole a Lorenzo lo difícil de su instrumento cuando la prima interrumpe la conversación:

- Oye. Viste? los tíos ya se fueron! y ni se si se pa´ donde!
Lorenzo- pero no los viste?
- No!, respondió mintiendo Cristina.
Celso -Pucha Cristina yo no te puedo llevar pa’ la casa, los cabros ya me dijeron que se iban a reunir y no puedo ni quiero faltar!
Cristina (mirándolo) pero aun hablando con su primo. - ¿viste? , Y a hora como hago yo?!
Antes que Lorenzo se ofreciera para acompañar a Cristina, Celso le increpo a su prima.
- Y yo como hago?, pensó rápidamente, y le dijo a Lorenzo con ojos de picardía.
- Lorenzo! (con voz de mando), voh estai exonerao de la reunión de hoydia, es pa’ puros estudiantes y voh todavía ni entrai, así que tenis como misión acompañar a mi prima, hasta la casa!

El bus en el que viajaba Lorenzo hacia Antofagasta cayo en un bache de la carretera que despertó a Lorenzo de su sueño/recuerdo de ojos abiertos,  no tenia nada con que distraerse por eso usaba sus recuerdos como distracción, se abstraía tanto en ellos que a veces era sorprendido interpretando sus diálogos ,, viviéndolos nuevamente, mirando  a través de las personas o a través  de los objetos, le entró de nuevo la inquietud de que es lo que haría al llegar a Antofagasta, pensaba en como estaría la situación allá, también pensó que quizás  el golpe no "había ocurrido",,  que Antofagasta   no seria como Santiago no tendría esa presión de militares y carabineros, Antofagasta estaría IGUAL.

 Se quedo entre dormido con ese pensamiento, llevaba ya dos días viajando y conocía su propia rutina de viaje, se quedaría dormido unos minutos y después mal despertaría  y con la cabeza atontada por el mareo de bus y el sueño se abstraería nuevamente.

Paseando en la plaza como todos los domingos, era rutinario ver a los solteros caminar haciendo circulo en una dirección dela plaza y a las solteras en dirección contraria, Lorenzo hacia mucho que ya paseaba con Cristina de su brazo, en el centro de la plaza, le contaba de nuevo como era trabajar en la mina, como su abuelo se había enojado con él, cuando decidió abandonar la mina, pero que el viejo le quería mucho y antes de irse le había regalado su guitarra con el estuche verde que tanto le gustaba, también le contaba de pormenores de la universidad, el consideraba que la universidad y la música eran su manera de escapar a la mina,  a pesar que ya no entraba en esa mina hacia 2 años, cada día fuera de ella era como un regalo para Lorenzo,  también comentaba pormenores de la universidad, le comento de su afición a  asistir a esas reuniones del MIR, que le eran mas entretenidas que las del PC. Cristina le recriminaba a su amigo  y le pedía que dejase de asistir a tanta reunión con esos "comunachos”, ya que eso  un día le podría traer problemas. Lorenzo no escuchaba lo que Cristina decía, ya era imposible disimular que tras tan larga amistad "especial", el enamoramiento por  su amiga, pero no tenia el valor de decírselo, ella confiaba paciente en que en algún momento el tomaría la determinación.  Fue un domingo de esos cuando Lorenzo determino al ir a buscarla a casa de sus tíos, esperándola en la esquina que  irían al cine y  no pasearían por la plaza, no le declararía su amor en la plaza;  sentía que todos se iban a reír de el,  por lo tanto el cine era el sitio mas adecuado, además, la oscuridad ayudaría con el beso. 

En el cine, Cristina sabia y no dejaría pasar también la oportunidad fingiendo mucho frio se recostó del amplio pecho de el, a Lorenzo no le quedo otra mas que pasar el brazo por encima de los hombros de ella, sosteniendo el envoltorio de cabritas con la otra mano, se mantenía rígido sin atreverse a mover un solo musculo, mas pendiente de Cristina que de la película.

- Dame cabritas - dice Cristina con voz dulce.

El trató de pasarle el paquete, pero ella acomodo su cabeza mas alto en su pecho y abrió la boca, a Lorenzo le tembló la mano y supo que tenia que hacer; afortunadamente para él, el cine era bien oscuro y no se le notaria tanto el nerviosismo, recordaba las palabras pícaras de su abuelo cuando le decía: "es que en lo oscuro del cine pasan unas cosas", Cristina se impacientaba y el  no determinaba, en lo que se inclinaría un poco hacia adelante para salirse un poco de esa posición que incomodaba su espalda se apoyo en el sin dejarle salida, se volvió a inclinar y se encontró con la boca de   ella a centímetros de sus labios, solo cerro los ojos y finalmente la beso.
 Lorenzo sabía  y así le había enseñado su abuelo que una señorita decente había que pedirle que fuera su polola (novia).

- Ya la parte mas difícil del beso ya esta hecha (pensaba en monologo).
- La parte mas dificil?-  si casi que te da el beso ella hueon!
- Nooo!!!! si se lo di yo !.
- Claaaro pero mah ayudao!
- Ya poh no seai mal educao. Dile ahora!
No se había percatado que la película estaba en un momento de suspenso donde la música era muy baja y los actores no hablaban.

Finalmente  le pidió que fueran pololos, los nervios le  hicieron que se lo dijera como una orden! y casi gritado, el sostuvo la respiración, esperando que nadie halla escuchado su grito dentro de el cine, y por tres segundos pensó que así era, pero fue en ese momento que una voz anónima grita.

- Guena Lorenzo por fin  hueon oh!!!!!

Una carcajada generalizada distrajo a todos de la película y se escucharían otras burlas adicionales que le avergonzaría aun más.

- Si no se lo pedis, los de la mina te la bajan! ….. (Más  carcajadas.).

Lorenzo ignoro las risas y todas las demás sandeces quedo mirando a Cristina que  sonriendo le dijo si, tocaría ir a hablar con los tíos, los padres de Celso, para poderla ir a buscar a su casa en calidad de pololeo serio, esa parte le seria mucho mas fácil, sabia que no tendría problemas para que le  dieran ese permiso, a la salida del cine camino muy altivamente saludando a las personas que salían también del cine y miraban maliciosamente, Lorenzo ya no tuvo de que sentir vergüenza, iba del brazo   con su polola formal.

En el bus la sonrisa de Lorenzo era la misma que tenia a  la salida del cine, no se dio cuenta  que estaban en un paso de control, el bus se había detenido para dejar subir a   un militar que vería a quienes viajaban en el bus, todos miraban con algo de recelo al hombre que tenia colgado  un fusil en su hombro, excepto Lorenzo que miraba a través de ese militar con una gran sonrisa tonta en su cara.

Al llegar a pensión de doña Martha, Cristina salió a recibirlo en un abrazo de desesperación e incertidumbre, aunque ya había hablado con él hasta que no lo viera no estaría convencida que estaba completamente bien, caminaron hasta la pieza con ella colgada de su brazo, el  realmente no necesitaba dormir y ella lo Sabia, aunque era de día  le pidió que se pusiera el pijama para acostarse a dormir,  Lorenzo  se dejaba atender por Cristina, eso a ella la tranquilizaba, pero como durmió se quedo mirando el techo con la intranquilidad de no saber que hacer, por lo menos ya estaba junto a Cristina eso ya era un problema menos para ambos, pensaba en no decirle nada a ella hasta haber ido primero a la escuela de música, pero eso solo le causaría mas  angustia  e indudablemente Cristina lo notaba, era domingo  así que seria el mejor día para informar de todo a Cristina.

Ella  entró en el cuarto sin hacer ruido pero el continuaba despierto mirando el techo, estuvo así dos horas tratando de quitarse el mareo del bus, la vio inclinarse guardando ropa de cama  en un cajón del closet, el se sentó en la cama que parecía aun ordenada aunque el estuviera bajo las sabanas y colchas.

- Cristi ..!!
- Qué hacis despierto gordo? - sentándose a su lado
- Yo creo que lo de Santiago ya no va a ser posible.
Puso la mano en la mejilla de el con una sonrisa compasiva.
- Si ya me imaginaba gordo!
- Oye en el bus escuche que decían que hay tanto preso que están usando el estadio nacional para ponerlos.
- Seguro que a todos los que iban a las manifestaciones.
Se produjo un  silencio  que dejo a ambos pensando.
- Hay sabido si pasa algo en la escuela de música?
- No he sabido nada, ni he visto a nadie de ahí.
- El lunes voy a ir, aunque me hubiera podido inscribir en Santiago igual tenia que volver y dar clases hasta Diciembre.
- Gordo no va a ser peligroso?
- Pero por qué va a ser peligroso ir donde trabajo?!

Lorenzo se encontró en su sala habitual con, solo la mitad  sus alumnos,  que copiaban  en silencio lo que estaba anotado en la pizarra mientras,  el no decía nada y solo mantenía la mirada perdida y la cara sin expresión, Ricardo Huenchucheo lo saco de ese estado hipnótico con una pregunta, parpadeo se restregó los ojos y continuaba explicando, era notoria la ausencia de varios profesores, los colegas que estaban asistiendo a clases todos se encontraban en una especie de trastorno depresivo, miedo  y angustia se respiraba en los pasillos nadie comentaba nada, eso le llenaba de dudas y por supuesto que era contagiado por ese conjunto de emociones, aislados cuchicheos de pasillos a los cuales el no se acercaba quizás por miedo, quizás por precaución, su clase había terminado los alumnos  desalojaron la sala, sin embargo el continuaba ahí sentado mirando hacia la nada misma. Al otro día se dirigía como autómata hacia la escuela había escuchado en chismorreo de pasillos a unos colegas comentar entre ellos:

- No, si mañana ya dejo de venir.
- No, si yo tampoco vengo mas.

Supuso que lo que sucedió, la  semana siguiente fueron menos profesores, no  tubo oportunidad de hablar con el director, Juan Rojas, quien en circunstancias normales le habría preguntado por su  propio interés sobre el resultado de su viaje a Santiago, pero el también estaba sumido en pensamientos y sus propias preocupaciones del momento.

El lunes de la semana que siguió, llego hasta la puerta de la escuela,  una camioneta de  carabineros estaba frente a la escuela  y varios uniformados en las oficinas administrativas revisando carpetas y documentos, Lorenzo respiro profundo y en ese momento, tomo la misma determinación de no ir mas a la escuela de música, continuo caminando por la vereda de enfrente a la escuela como si se dirigiera a otro sitio, llegó a la plaza Colón y ahí se sentó con su portafolios en las rodillas y pudo pasar todo el día mirando hacia el vació, sin ser interrumpido por nadie, concentrado en la nada misma.

Aquella misma noche regreso a la pensión, tarde como jamás había llegado, Cristina lo esperaba sentada en la cama de su pieza, preocupada, el entró y no saludo  solo la miró y se sentó junto a ella.

- Esta custion se fue a cresta!
Cristina solo lo escuchaba.

- Hoydia la escuela fue intervenida por unos carabineros, lo mejor va a ser que no vaya más por ahora.
- ¿Y que vai hacer entonces?
- No se, a lo mejor dedicarme a otra custion.

Cristina temía la determinación tomada por Lorenzo y no quería siquiera pensar en eso, pero en su casa siempre le enseñaron que lo que decidiera su marido eso es lo que se tendría que hacer, aunque eso no fuera del entero agrado de ella. Solo pasaron dos semanas cuando Lorenzo había encontrado trabajo en una pequeña mina relativamente cerca de Antofagasta, no fue necesario mudarse de la pensión ya que la mina quedaba a penas a 25 kilómetros  de la ciudad, no hubo inconveniente en encontrar ese trabajo ya que contaba con experiencia y habían puesto vacantes, aunque el sabia que contaba con el apoyo de su esposa sabia perfectamente la angustia que le causaría a ella el hecho que se metiera en un hoyo, desaparecer por el ascensor hasta la profundidad  lo hacia sentirse con un dejo de protección que también protegía a su Cristina, pero aunque le tocase turno el sabia que ella no dormiría hasta verlo llegar a su pieza nuevamente, ese cambio tan brusco de ser la esposa de un profesor de la escuela de música y ejecutante de la filarmónica a ser la esposa de un minero, fue demasiado brusco para Cristina, sobre todo por la incertidumbre que le causaba que su marido fuese a tener algún accidente mientras trabajaba debajo de tierra, había oído de boca de doña Martha, como  todos los hombres de una familia, uno a uno desde abuelos has hijos se dejaban la vida en esas  minas.

Seis meses de incertidumbre habían pasado, Cristina aunque no quería cuestionar a Lorenzo, se preguntaba todos los días porque había tomado esa determinación tan radical hasta que ese día doña Martha le toco la puerta de la pieza:
- Preguntan por uste choa Cristina.
- ¿Quién será?
- No se, unos carabineros parece!

En la sala de pensión se encontraban unos supuestos carabineros vestidos de civiles con más aspecto de matones que de policías,  no se identificaron de ninguna manera con placas o con documentos.

- Es usted la esposa de Lorenzo Tapia?
- si señor así es!
- Tenemos información que su esposo no se presenta en su trabajo hace más de seis meses!
- ¿Pero cómo?...  si mi marido sale todos los días al trabajo, señor..!
- Si señora! su esposo no va a dar clases hace mas de seis meses!!!
- Clases? - una sonrisa se dibujo en la cara de Cristina -  pero si mi marido es minero!-
Los policías comenzaron a perder la paciencia.
- Señora es usted o no es usted la esposa de Lorenzo Tapia??!!!
- Si señor soy yo la esposa de Lorenzo Tapia.
- Pues su marido hace mas de seis meses que no va a dar clases señora!!!!!!
- Perdón es que tiene que haber una confusión,  mi marido  no es profesor, es minero!
- Su esposo no es profesor en la escuela de música señora?,, (ya con aire de estar aburrido de la conversación)
- En  escuela de música?! -entre sorpresa  y risa-, pero si mi esposo trabaja en la mina!, ya se lo dije señor! 
- Bueno vamos a revisar su pieza!
- Revise nomas si nosotros no tenemos ná que esconder!

Los dos hombres que tenían mas aspecto de mafiosos que de policías fueron junto a Cristina su pieza y empezaron a vaciar todos los cajones mirando rápidamente documentos y tirándolos encima de la cama igualmente hicieron con la ropa de el y de ella que estaba en el closet, no encontraron nada, ya que Lorenzo se había encargado con anterioridad de extinguir cualquier nexo que hubiera podido tener con la música o la escuela de música o su beca en Santiago.
Entonces la mirada de unos de esos hombres se sostuvo en el estuche verde de la guitarra de Lorenzo.

- ¡Y esa guitarra???!!!
Cristina por un momento se sintió angustiada, pero inmediatamente con una sonrisa en la cara quizás más de compasión por lo estúpido de la pregunta, le respondió.
- una guitarra no mah!  Señor!

El otro agente un poco mas experimentado se dio cuenta que quizás los datos que tenían no eran del todo exactos, le hizo una seña con la mirada al otro para que salieran ya de ahí.

- Mire señora dígale a su marido que a lo mejor venimos a hablar con el, después!
- Bueno pero tienen que avisar con un poco anticipación, ya que el a veces trabaja por turnos  de noche.

Los hombres abandonaron la pensión,  después de haber ordenado la pieza entera de guardar la ropa y los papeles que habían tirado sobre la cama, Cristina se pudo abandonar al llanto y la desesperación, sola en su pieza.


2 jul 2011

"AGUAITACAMINOS/CHOTACABRAS" (cap.4)






Capitulo IV

El bus  se detuvo  en la estación Mapocho a las 6 am. Lorenzo llevaba el papel, con el cual debería presentarse en la rectoría de la Universidad de Chile, en el bolsillo derecho del pantalón. Y la dirección de la  pensión de Doña Nana en el bolsillo izquierdo; no había dormido hacía dos  días  por el viaje y la expectativa.  Revisaba una y otra vez los documentos, verificando que se encontraran ahí. Podría haberlos llevado en el maletín pero temía que se lo robaran y decidió llevar los documentos doblados en los bolsillos de su pantalón. No quería que ningún olvido o imprevisto echara por tierra el esfuerzo de él y de su amigo Rafael,  habían  movido muchos hilos para conseguir esa beca.

Viajaba  vestido con un terno y camisa nuevos que Cristina le obligó  a comprar,  zapatos también  nuevos que tuvo que sacarse porque torturaban sus pies; en una maleta pequeña sus cómodos zapatos de siempre, que le ayudarían a caminar,  y ropa de cambio para 3 días.

Se había imaginado muchas veces lo que sucedería en su reunión. Una vez en el edificio de la rectoría y presentado ante la secretaria en la recepción de planta baja, esta le dará indicaciones a qué oficina y piso debe dirigirse, una vez en el lugar indicado otra secretaria le dirá que lo están esperando y le pedirá la correspondencia, el  sacará el papel doblado en 4 partes  y lo entregará con algo de resistencia; ella pasaría al despacho del Rector que lo haría esperar 10 minutos, luego de una tímida espera de 10 minutos con la maleta a su lado y el maletín con sus otros documentos sobre las piernas, las manos sobre las asas del maletín, hasta ser recibido. De ahí en adelante era donde sus predicciones no estaban claras.   A pesar que había sido instruido por varios amigos que le dijeron lo que  le irían a preguntar, los nervios le jugarían una mala pasada y se le olvidarían todos los consejos.

Se puso en pie para salir de último, en  el pasillo del bus antes de bajarse se arregló la camisa que se le salía por la parte de atrás del pantalón (cosa que siempre le sucedía), aún más con esos pantalones que no estaban bien subidos, además  el cinturón le apretaba, extrañó sus suspensores, se puso la chaqueta ya que hacía un poco  frío de septiembre, se respiraba un aire dulce de ciudad grande, aire con olor a escapes de autos con dulce del confitado del maní.  Al bajar  le preguntaría  al chofer del bus o a  su asistente o quizás a las personas que habían viajado con él, sobre, qué micro tomaría, habiendo bajado del bus y al terminar de arreglarse la chaqueta, se dio cuenta que todos  los pasajeros ya habían desaparecido, y el bus que no había apagado el motor retrocedió  para desaparecer por una avenida.

 “¡Santiaguinos! Todos apurados"-pensó -. Aquel aire de ciudad era pesado y difícil de respirar.

No le importó, por las instrucciones que le habrían dado, sabría  cómo tomar la micro pero si tenía dudas (que seguramente las tendría) no habría problemas en  llegar caminando hasta la casa Central de la Universidad de Chile,  ni pensar en un taxi "así no conocería nada". Llegó hasta la calle Puente, como le habían indicado, el Mapocho a su espalda. Caminando recto  podría agarrar la micro pero extrañamente no pasaba ni una, pensó que quizás era muy temprano, y decidió hacer hora en la estación de bus, por lo que se regresó, eso también le  ayudaría a acomodarse  un poco, después de una media  hora sacó de bolsillo el croquis y decidió caminar,  sólo  necesitó sacar de su maleta sus "zapatos de siempre" cambiárselos ahí mismo  y  comenzar a caminar. Eran  nueve cuadras  y media en línea recta y se encontraría de frente con la Casa Central de la Universidad de Chile, las transversales a la calle por donde iba caminando le indicaba que iba bien: San Pablo, Rosas, Santo Domingo, Catedral, Compañía de Jesús. Pero algo andaba mal, debería estar frente a Plaza de Armas, pero no la veía, solo la Iglesia. Como no veía a nadie a quién preguntar decidió regresarse hasta la estación-vuelta sobre el pie izquierdo en ridícula pirueta, y siguió caminando al mismo ritmo, no importa que sea más difícil,  lo hizo, todo de nuevo, idéntico al croquis. De regreso confirmó lo que pensaba: estaba en una calle paralela. Su calle era Puente y estaba en Bandera, no importaba si caminaba  cuadras demás, el quería hacer su camino tal y como sale  en el  croquis. No le importaría caminar después el doble, era aún temprano y la reunión sería a las diez de la mañana, y aunque era su costumbre llegar media hora antes,  tenía bastante tiempo, y en ese pequeño impasse aprovechaba  de conocer un poco más Santiago,  ciudad a la  que le tenía cierto respeto.  En las   noticias   repetían de manifestaciones contra carabineros y militares  cada vez más violentas, aunque siempre le decía a Cristina que un día iría a una de esas manifestaciones  de apoyo a Allende, “sólo por hacerla rabiar”. A él nunca le gustaron las multitudes ni las ciudades grandes. Aunque sí decía que estaba en esas manifestaciones de apoyo “de corazón”  (sólo viviría en una ciudad grande por la necesidad  de un trabajo). Y ahora estaba en esa necesidad.

Una vez en Puente continuó caminando con ritmo calmado las mismas calles pero con la certeza que esta  vez lo hacía tal y como en el croquis: San Pablo, Rosas, Santo Domingo,  Monjitas (por fin en la Plaza de Armas). Había caminado lentamente por la  calle que lo avisaba próximo a su destino.  Allí divisó de frente unos obstáculos de madera que impedían el paso. Militares armados  se veían con aspecto agresivo, no hacía falta pensar mucho para darse cuenta de qué es lo que estaba sucediendo, el mero hecho de ver ahí a esos militares lo decía todo. El país estaba sumido, desde julio, en el temor de un nuevo intento de golpe de estado, la situación política era de total polaridad, o se era un momio fascista de mierda, o se era  un comunacho marxista de mierda. Él se suponía marxista de mierda, ya que había pertenecido al PC (Partido Comunista) cuando trabajó en la mina, y al MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria)  cuando se metió a la Universidad.

Él ya venía hablando con él mismo desde hace mucho pero dijo esto en voz alta, como reaccionando:

 - Putas la mala cuea que tiene el Lorenzo debe tratarse de otro  tancaso, la mansa cuea!!!!!
 - Ya tu acercai y preguntai, sabis bien que tenis esa virtú, te lo dicen todo,  (se dijo esto mismo pensando en las mil veces que Cristina le pidió que "no se metiera en peloteras").

Se había acercado hasta donde estaba el soldado que se veía  más raso, detrás de la barrera de madera.

-  ¡Guenos días, señor!-
-  ¿Tú, qué querís?
-  No, señor, si yo quería pasar nomah.
-  Aquí no hay paso  pa´ voh, ni pa nadie! Y es mejor que te pongai a andar si no vay preso!
-  Disculpe, señor.

Esa breve conversa bastó para darse cuenta que ese once de Septiembre estaba sucediendo algo más grave de lo que se imaginaba, pensó en irse directamente hacia la pensión de la prima de doña Martha, con la que ya había hablado. Ver tanto militar armado haciendo barricadas ponen bastante nervioso a cualquiera, descartado lo de andar caminando por Santiago, un taxi debería ser fundamental en ese momento. No conocía a nadie ahí, sería necesario que el taxista fuera honesto y lo llevara al sitio directamente, con mucha suerte encontraría uno aunque fuera deshonesto.

Los pocos taxis que vio pasar no le hicieron el menor caso;  empezó a caminar muy deprisa dando su tranquillo hacia la estación de buses, pensó que seguramente allí conseguiría el taxi hasta la pensión de Doña Nana, trató de recordar de memoria la dirección pero los nervios lo traicionaron y  no recordó nada,  cuando estaba a menos de una cuadra de la estación Mapocho se dio cuenta  que  el papel con la dirección faltaba en los bolsillos, como no estaba cansado y  tenía por costumbre caminar, decidió regresarse mirando al suelo  hasta que encontrara la carta, su determinación no le impediría estar dando vueltas calle arriba y abajo hasta media noche si fuera preciso. Pero en esas circunstancias sería bien complicado  estar subiendo y bajando hasta que apareciera el papel. Al paso por La Plaza de Armas se dio cuenta que del otro lado habían estacionado varios camiones de soldados, no fue necesario dar tantos pasos hacia atrás cuando el trozo de papel apareció.  El alivio de un suspiro se vio interrumpido por el tableteo de una metralleta, que lo paralizó en pánico. Casi corriendo conversaba  con el mismo nuevamente, con las palabras entre cortadas por el acelerar de la respiración.

- ¡Ya, hueoncito!,  a la estación y tomai de una vez el taxi a la pensión!!.
- ¡Pero es que necesitaba  el papel con la dirección!
- ¡Claro al gil le falla la memoria justo ahora!, ¿No te podiai haber acordao de la dirección?
- ¿Y qué iba a  hacer yo,  hueón?!!!
- ¡Sigue caminando! ¿No veí que están disparando?

Lorenzo estaba dispuesto a seguir discutiendo con el mismo a viva voz, cuando se dio cuenta que ya  había cruzado  un puente sobre el río y además había avanzado  dos cuadras más lejos de la estación.

- ¡Vuelta, Lorenzo, como bailando! (Volvió a increparse).
- ¿Cómo podís ser tan hueón en esta circunstancia?

Cuando  por fin llegó a la estación de buses se dio cuenta que estaba tan solitaria como el resto de la avenida. Poquísimos autos circulaban y uno  que otro camión de esos que  llevan a los  soldados, a toda velocidad.

- ¡Hay que pensar rápido y bien, Lorenzo! (continuaba su monólogo).

De pie en la  estación, se quedó pensando  por un minuto con  maleta, maletín y la recuperada dirección en la mano. Vio cómo  pasaron  dos aviones militares "de esos usados en las guerras" a relativa baja altura. Tanto por el sonido que emitían como por la situación que se tornó ya desesperante fue imposible evitar el reflejo de subir la cabeza hasta verlos desaparecer, tapados por un edificio diagonal a la estación que tenía un letrero  de latón que decía HOTEL. (Seguramente un parejero)

Cruzó corriendo la calle, empujó con fuerza una puerta sin  pestillo pasado, la cual se abrió fácilmente. Detrás del escritorio de la recepción se asoma un hombre, iluminado por la luz azul de un pequeño TV que tenía en la parte baja, que le grita:

- ¡Oiga, iñor, no estamos dando alojamiento!

Quien le hablaba era un personaje calvo. El poco pelo que tenía le caía largo en las sienes, y estaba también acomodado con gomina arriba de su calva. Su frente arrugada reflejaba la tensión de lo que sucedía.

- Buenos días - dijo Lorenzo (adoptando una posición altiva de "hombre de negocios") Además que sabía que para convencer a alguien no podría comenzar sino con buena educación.
 - ¡Oiga ya le dije que no estamos dando alojamiento hoydía!

Lorenzo trataría primero de calmar la situación y después  convencer al administrador (quizás dueño) de  ese humilde hotel "parejero" frente a la estación Mapocho.

Sonriendo - Pucha la que está cayendo allá afuera. Nosotros sabíamos que  sería así…   pero, por la cresta, que me tocó la mala suerte que me agarró en mal momento. ¿Están diciendo algo en la tele?

El hombre detrás del escritorio se incorporó un poco más y respondió con algo de desconfianza:

- ¡No, no están diciendo ná!
- Ya dentro de poquito van a empezar a aclarar toó, ¿Usté, estaba aquí en Santiago cuando pasó lo del  tancazo? (Lorenzo usaba un modo de hablar como cuando imitaba a los derechistas burlándose)
- Yo de aquí nunca me muevo, somos yo y mi sobrino que atendemos.
-¡Ya, bueno!  (Dijo Lorenzo simulando tranquilidad y dominio de la situación tanto fuera como dentro de esa pequeña recepción de hotel).

Habló  mirando por la pequeña ventana alargada de la puerta de madera, sabía que despertaba curiosidad, como si trajera la respuesta de que es lo que ocurría o como si fuera participante de lo que ocurría.  Su  postura de "manda más”, poco común en él, lo hacía verse más alto.

- Oiga amigo, yo  vengo llegando a las seis de la mañana en el bus desde Antofagasta, esta situación mañana por la mañana  va a estar solucionada. Yo debería estar en la Casa Central de la Universidad ahora mismo, pero con la cosa como están, se dará cuenta que no va a ser posible llegar (se volteó y camino hacia el escritorio  mirando a los ojos al atemorizado administrador).
 -  Además - . Dijo,  mientras se escuchaban ecos de disparos que no le inmutaron - no va a dejar usté que me maten por error allá afuera.

Puso una gran sonrisa que tranquilizó un poco al hombre que  era un manojo de nervios.

Continúo Lorenzo:

-  Oiga, no pienso tomar ventaja de la situación ni de mi posición. Mire le pagaré dos noches por adelantado, y si me voy mañana por la mañana queda como propina. ¿Cuánto cuesta la noche?
 - Quinientos pesos…! 
 - ¡Ya pueh! (Más disparos aislados. Lorenzo se agacha un poco la cabeza) 

Sonriendo  dice: ¡Chucha! : Le extiende mil pesos, aún sonriendo.

- El hombre le pasó la llave marcada con el número 28,  en un gran pedazo de madera curtida por el manoseo.
 - ¿Le ayudo con las maletas?
 - No se preocupe yo puedo solo. 

Su atuendo nuevo  y pulcro, ayudó a convencer  al dueño de ese hotel, que se trataba de un hombre importante que se vio sorprendido por algo que el "ya sabía que sucedería,"  lo único que podría delatarlo eran esos viejos y desgastados zapatos que llevaba puestos, y la antigua maleta.

Sabía,  sobradamente,  que una mentira se fabricaba, no solo por el contenido de esas mentiras, si no por la forma en que eran dichas, cosa que aprendió a hacer desde muy joven, sacaría partido de eso toda su vida.

Al llegar a su cuarto 28 una cama doble un baño chico, un  pequeño closet, una lámpara de techo y una radio  sobre el  velador  con un pañito bordado  debajo de ella.

-¿Funcionará esta custión? - dijo en  voz alta, simulando todavía ser quien no era. Hizo una carraspera  de personalidad, para aclarar  la garganta. Nervioso agarró la llave intentando abrir.

Encendió la radio y se prendieron unas luces amarillas  que indicaban en qué sintonía  de dial está.  Movió el dial   y buscó una radio que diera información. La primera que encontró,  ahí se quedó escuchando. Ya eran las 9 de la mañana, se sentía en la calle el ruido de lo que dentro de poco se fraguaría como un golpe de estado, Lorenzo ya tenía claro lo que estaba sucediendo.

Se sentó en la cama y escuchó la primera la radio. A ver si podía saber algo de lo que sucedía afuera. Solo se escuchó música de bandas militares e himnos que, de vez cuando, se interrumpían para escuchar a un locutor hablar sobre las consignas de las fuerzas armadas que lideraban el golpe. Se soltó el cinturón que le torturaba y le  dejaba marca en el ombligo. Escuchó más disparos  en la calle, decidió cerrar la persiana de madera que tapaba por completo la ventana. Sabía que la madera no pararía las balas, pero por lo menos no lo verían a él, así estaría más tranquilo. Se sentó nuevamente en la cama junto a la radio, ya que durante una hora se escuchó siempre lo mismo y no se recibía ningún otro tipo de información,  hasta que encontró una radio por la cual estaba hablando el mismo Salvador Allende, cosa que lo tranquilizó. Pensó que, a lo mejor, la situación ya estaría controlada, por los mismos generales que habían repelido el "tancaso". Estaba tan cansado por el viaje que no escuchó lo que decía, sólo escuchó que era Allende. En una posición más cómoda, y a pesar de la gravedad de lo que estaba sucediendo, (las cuarenta y ocho horas sin dormir le cobraban factura)  se durmió tendido en la cama, diciéndose así mismo:

- Es descansar un ratito y ya sigo pendiente de las noticias.
  
Así se quedó dormido Lorenzo,  durmió durante todo el golpe de estado,  ni las balas ni el ruido de las cercanas explosiones de las bombas que los aviones tiraban en La Moneda  lo despertarían,   solo despertó a las 10 pm de ese mismo día, sobresaltado y confundido. Le costó diez segundos ordenar su cabeza y saber dónde estaba, por qué y qué estaba sucediendo, no faltó la recriminación hacia  él mismo de "por qué se le ocurría quedarse dormido en ese preciso momento". Entró al baño, se lavó la cara, se miró en el espejo. Solo tenía puesta la camiseta blanca, raro fue que no recordó en qué momento se quito la chaqueta, la camisa y la corbata que había dejado acomodado en el pequeño closet. A lo mejor la Cristi - pensó para sí mismo - sonrió irónicamente por su propio mal chiste.

Se vistió con su nuevo terno nuevamente, poniéndose esta vez los zapatos nuevos,  y bajó las escaleras pero solo hasta la mitad, ya que daba justo  para ver al mismo personaje de esa mañana, en la misma posición, iluminando su cara  con  el brillo azul del pequeño televisor.

- Buenas noches, jefe! (simulando hacer la misma interpretación de la mañana).
 - Buenas noche, señor (le respondió el personaje).
 - ¿Se sabe algo ya, de cómo está la custión?
 - Lo único que parece que ya no está Allende más señor, parece que se suicidó.

Lorenzo no pudo disimular su angustia en ese momento,  su cara fue expresión clara de lo que sucedía por su cabeza.

- Hay estado de excepción, señor. No se puede salir a la calle.
 - Ya, no, si…. estee ,,,  eso uno se supone cuando pasan estas cosas (haciendo un pésimo intento por recobrar la compostura) ¿Ud. no tendrá servicio de comida aquí no, cierto?
 - No señor, si esto es puro hotel no máh. (Casi sosteniendo la ironía.)
- Ya bueno, nada se pierde con preguntar. Mañana saldré a dar una vueltita a ver qué encuentro. (Aunque trataba de interpretar el papel, hablaba con la mirada perdida en una pared). Antes de irse a su pieza, preguntó al recepcionista: 
 - Oiga ¿Y quién queda de presidente entonces?

Respondió encogiéndose de hombros, y le dijo: - Unos generales parece.

- ¿Se sabe   quiénes son?

La respuesta fue simplemente encogerse de hombros.

Lorenzo subió  nuevamente y se metió en la cama mirando el techo, dispuesto a pasar una  noche de insomnio, escuchando la radio  para enterarse de qué es lo que sucedía. Pero quizás por un mecanismo de defensa, volvió a quedarse dormido, solo despertó a las 7 de la mañana del otro día, nuevamente no supo en qué momento se había desvestido para quedar en calzoncillos y camiseta, su ropa toda acomodada en el pequeño closet.

Se levantó buscando en la radio algo que le dijera cuál era la situación en ese momento. Tenía mucha hambre, se bañó y se puso ropa de diario. Bajó las escaleras y no dio los buenos días a quien se encontraba en el mostrador en la misma posición que el otro señor, sólo dejó la llave y dijo:

- Voy a salir un ratito a ver si encuentro algún sitio pa´ comer alguna cosa, ¿Ud. no sabe donde podría?
 - Aquí a la vuelta no más, señor,   pero no creo que encuentre abierto.
 - Ya voy a asomarme un rato no máh y después veo.

Afuera no encontró nada abierto, pero a pesar del estado de excepción sí alcanzó a divisar algunos taxis que ese día sí estaban circulando. Lo mejor en ese  momento era ir al hotel agarrar su maleta, su maletín y dirigirse a la pensión, así lo hizo y, en menos de una hora, ya estaba saliendo del hotel vestido nuevamente con su terno,  lo único que no se puso fueron esos zapatos desgastados, iba con sus "zapatos nuevos", por si acaso - pensó- .  Le costó un poco encontrar un taxi, y comenzó a caminar  en otra dirección,  paralelo al río  ya que no quería encontrarse de nuevo con los militares que había visto en la barricada. Sólo caminó un par de cuadras, paraba de vez en cuando para hacer  señas a los  taxis hasta que por fin paró uno, subió sus cosas, entró y  al sentarse dijo con voz de gerente de banco:  A Aldunate  con Pedro Lagos, por favor. Como si la dirección de la pensión la supiera desde siempre. Se sorprendió el mismo que al revisar el papel con la dirección que llevaba el pantalón ,era esa la dirección!. El taxista comenzó a  sacarle conversación, pero Lorenzo estaba parco, pararon en un puesto improvisado de control  de carabineros, Lorenzo pensó en ese momento que quizás los pocos taxis que había, estaban obligados a pasar por esos puestos, para ver a quién llevaban. Al ver cómo se asomó el carabinero a la parte de atrás del taxi, por un breve instante Lorenzo hizo un gesto de mirar en otra dirección con expresión de molestia, como para simular ser "alguien importante" a quien los puestos de control le quitaban tiempo, no le pidieron que bajara, el carabinero se dirigió al conductor del taxi.

- ¿A dónde se dirige?

Lorenzo alzó la voz casi como un grito desde la parte de atrás del vehículo, interrumpiendo al conductor que aun no comenzaba a hablar.

- Oiga, señor, vamos a Aldunate con Pedro Lagos!!!!! (Simulando molestia por el atraso). Supuso que el conductor le hizo  alguna seña con la mirada al carabinero, que  dio un paso atrás hizo unas señas con la mano y le dijo  al conductor:
 - Circule por favor, y perdone la molestia, Lorenzo recalcó aún más su papel  de hombre importante, quedó mirando muy fijamente y serio al carabinero, al partir de ahí le preguntó al chofer.
 - ¿Hay muchos controles más?
 - No se, señor, pero  donde vamos  no es muy lejos, parece este puro control.

Se sintió aliviado y no lo pudo disimular.

Fue en ese momento que se dio cuenta de lo mal que le hubieran quedado  los  zapatos, de siempre, con ese atuendo elegante, afortunadamente se  había puesto los nuevos ya que las condiciones de los otros zapatos hubieran despertado la suspicacia de los carabineros, si es que lo mandaban a bajar. 

Al llegar a la pensión, estaba ubicada en una larga calle con árboles que según pensó él, "refrescarían el caminar en el verano", tocó el timbre donde una señora de unos 65 años, con cara dulce, se asomó por la puerta sin abrirla del todo,  lo suficiente como  para asomar la cabeza, agarrándose con una mano el escote de la bata de levantarse  y con la otra sujetar la puerta para que la tapara.

- ¿Qué desea, caballero? - Vengo a hablar con la señora Nana. (Ya sin interpretar ningún papel)
- ¿Qué desea, caballero?, repitió la pregunta, un poco molesta al desconocer al hombre que tocaba su puerta.
- Es que vengo a hablar con la señora Nana, lo que pasa es que yo había  hablado con ella referente a una pieza para alquilar.

Antes que ella increpara nuevamente por su identidad, dio un paso atrás y le dijo:

- Mi nombre es Lorenzo, Lorenzo Tapia.
- Ooooooyyy pero mijiiiiito,- dijo la señora Nana quitándose la mano de la abertura de la bata y abriendo de par en par la puerta.
Levantando los brazos, y agarrándole la cara le dio "besos  de abuelita".
- Mijito ¿Dónde estaba usté metido? Estamos todas preocupadísimas por usté. Fíjese que lo han llamado de Antofagasta ya ocho veces, su esposa está harto nerviosa.

Lo dirigió colgándose de su brazo a un salón donde tenía  una mesita con un teléfono. Llamó a un operador, para  que le dieran comunicación con Antofagasta, Martha tenia teléfono en la casa también, era una suerte.

- Mientras usted habla m´hijito le voy a preparar algo pa que  desayune.
- No, si no hace falta, doña Nana.

Ella aunque lo escuchó se hizo la que no escuchó nada y fue a tostar pan.

Lorenzo ya había hecho las diligencias para que Cristina estuviera en su reposo. Por las mañanas con Doña Martha y, por la tarde, con una amiga cuyo nombre no recordaría nunca. Mientras él se dedicaría en Santiago a  realizar el proceso de inscripción y  ver el cuarto donde vivirían.

- Cristina  llorando- ¿Pucha, gordo, dónde cresta estabai?

La comunicación era mala pero Lorenzo sentía la desesperación y la angustia.

- Cristinita, es que me agarró esta pelotera justo cuando venía llegando.

La llamada de larga distancia repetía las  frases completas de Lorenzo,  que procuraba hacer espacios entre frase y frase.

- ¿Pero cómo no llamai? No sabís lo que uno está pasando aquí? (llantos).
- ¿Estai bien ahí?  ¿Ha pasado algo?- De aquí era imposible llamar, si me tuve que refugiar en un hotel cerca de la estación.
- ¡Oye si aquí no ha pasao na muy grave! ¡Si es por lo que estoy pasando sin saber de voh! (más llantos ahogados).
- Cristinita,  si estoy bien. Lo que pasa es que no podía llamar. ¡No sabís cómo está la custión aquí!.
-Sí, sí sé,  estoy  viendo  la tele! (más tranquila).
 - Ya….  Oye,  te estoy llamando de la casa de  doña Nana!, Me voy a quedar aquí hasta ver cómo soluciono la custión!
 - Ah ¿Ya llegaste?  ¿Donde la Nanita? (Se escuchaba su voz con nariz  tapada).
- Si pueh, si de aquí te estoy llamando. (Ambos acortaban las frases diciendo solo lo necesario).
- Ya, me quedo más tranquila (con voz aun nerviosa), oye dile a la Nanita que aquí la Martita le manda saludos.
-Ya, sí, yo le digo. Vamos a cortar, mhijita, por que va a salir muy cara la llamada.
- Ya mi  gordo, cuídese  y no se ande metiendo en medio de peloteras donde no lo han llamado.
- ¡Sí sabis que no puh, Cristi! ¡Ya! ¡Te dejo porque ya no oigo casi ná!  ¿Aló?  ¿Aló? ¿Aló?

La llamada se había cortado.  Cristina no alcanzó a despedirse. Colgó, se sobresaltó un poco al  ver a doña Nana, parada a su lado, sonriendo por haber dejado tranquilas a "las de Antofagasta", agarrando su bata de dormir   con las dos manos, una casi cerca del cuello. Lo miraba mientras sonreía, se soltó las manos y lo agarró del brazo conduciéndolo hasta a cocina donde tenía un taburete  alto que había puesto para comer en el mesón. Le había puesto café con leche, pan tostado, mermelada y mantequilla.

-  Si no hace falta, Doña Nana, yo ya comí - mintió.
- Usted no ha comido ná  m´hijito. Siéntese y  coma. ¡Si hasta trae cara de hambre!

Lorenzo no había comido nada desde un día antes de su llegada. Por lo menos 48 horas sin meterse nada a la boca, tenía hambre atrasada. La señora Nana se dio cuenta de eso y se paró a tostar un poco más de pan, sacó un poco de queso que tenía en el "frigider", sin preguntar si quería o no. Lorenzo estiró la mano para recibir el plato con el queso en lonchas, Juntó queso, mantequilla y mermelada en un pedazo de pan tostado, que engulló rápidamente casi sin masticar. La señora Nana se apresuró a levantarse  y pelarle una naranja para que "quedara completo", no sin antes ofrecerle otra taza de café con leche. A ella le gustaba ver a la gente comer con hambre y en ese momento hambre era lo que más le sobraba a Lorenzo, quien jamás perdía el apetito, incluso en esos momentos angustiosos.

Habiendo terminado el café y comenzaba a comerse la naranja, ella se puso a su lado y, en forma maternal, le preguntó:

- ¿Y qué opina de toda esta custión que está pasando?
- La verdad, doña Nanita,  todavía no tengo bien claro qué cresta está pasando. (Simulando ignorancia).
- ¿Usté no se ha dado cuenta lo que pasa?
-  Más o menos nomáh, doña Nana. Fíjese que cuando me bajé del bus me fuí caminando a la Casa Central, ahí antes de llegar, eso estaba ya con militares, y yo ni me acerqué a preguntar ná. Como uno no sabe qué está pasando. (Sabía que sobre actuaba).
- Eso estuvo bien. Mire lo mejor de  todo esto, es que por fin nos quitaron de encima a esos comunistas de mierda.
- ¿Pero entonces es verdad? ¿Allende no es más presidente? (En ese momento dejo sin masticar un  trozo de naranja en su mejilla).
- ¡Se suicidó, por cobarde y tramposo!
- ¿Pero, usté, cómo sabe si no lo mataron?
- ¡Lo dijeron en la tele!

Después de desayunar,  se instaló en la  habitación que  Doña Nana había reservado para Cristina y para él. Le pareció inmensa  en comparación con el  pequeño cuarto donde había estado la noche anterior. Parecía que había pasado una semana de eso, pero sólo  había sido el día anterior.  La hora de almuerzo era a las 2 pm, por lo menos podría ver algo de televisión. Se volvió a lavar  a pesar de que ya lo había hecho esa mañana, se puso su ropa de diario y MUY CONSCIENTEMENTE, dejó colgado su palto en un gran  closet que tenía esa habitación.

Se dirigió al salón donde temprano había hablado por teléfono con Cristina, ahí había visto un tv grande donde seguramente la gente de esa pensión pasaría los ratos de ocio. Encontró a un grupo de hombres de su edad, todos con el pelo largo  y casi tan mal vestidos como él. Sintió que había encajado en un puzzle donde era la pieza que faltaba. Después le explicaron que Doña Nanita  le alquilaba cuartos a "puros profesores universitarios". Se sintió en su ambiente o más bien en uno de sus ambientes. Ahí  se quedó viendo la TV hasta  que las noticias se acabaron. A su lado Jaime Solórzano,  profesor de química, en la Facultad de Química y Farmacia, le preguntó si trabajaba en la universidad. Lorenzo era normalmente muy comunicativo pero eran tiempos de callar y no de comunicar. No le contaría cómo había llegado desde Penco hasta Antofagasta y. luego, a Santiago, menos aún sus convicciones paseos por el PC, sus asistencias al MIR en la Universidad, apenas  lo justo, cosa que sea quien fuere, pasára inadvertido .
  
Jaime Solorzano se dirigió al resto del grupo que se encontraba ahí- Los fascistas han suspendido todas las actividades de la Universidad, las autoridades han sido removidas y están llamando por radio a cuanto perico ha estado metido en la UP o partidos de izquierda.

Lorenzo sin preguntar trataba de sacar información y saber que es lo que pasaría con su beca.

Ante los comentarios de que es lo que sucederá y que deberian hacer Lorenzo increpó.
- ¡Pero la universidad no puede parar! Sea con el gobierno que sea.

A Jaime Solórzano le tembló  la voz.

- Oiga, don Lorenzo, la universidad seguramente dentro de poco vaya a reabrir pero harán una depuración  interna y dentro de poquito la universidad ya no será lo que Ud. piensa! ¡Será otra custión!

- ¿Ya pero la gente como usted que ya trabaja en la universidad?

Jaime sacudió la cabeza haciendo una repetida negativa con los ojos llenos de lágrimas.

 - Yo, de todas maneras, me voy a presentar a la universidad, si tan metido no estaba en la política - Explicaba, mientras sus manos temblaban aun más.

Lorenzo sintió como si hubiera tragado un pedazo muy grande hielo, y este formara más hielo en su estómago. La institución que le daba la beca había desaparecido, eso es por el lado "menos malo", ya que además el nuevo gobierno había comenzado a meter preso a los ministros de Allende, y de ahí en adelante seguiría metiendo gente presa. Pensó que le faltarían cárceles, porque los de izquierda eran muchos.

- ¿Pero aquí en Santiago a donde los van  meter presos a todos? - Bromeó en voz alta Lorenzo, paralizando de miedo a los que ahí estaban.

Queriendo ser fuerte  y dar seguridad a ese grupo que ya  sentía  pánico, se dio cuenta de la reacción de los que estaban y pensó que lo mejor sería hacerse el tonto siempre. El ambiente  era de mucha tensión, las noticias no dejaban de ser malas por todos lados. También pensó que era mejor darle tiempo al tiempo.

Cinco días más habían pasado y en esa pensión casi nadie salía  a trabajar. Poco era lo que sucedía aparte de la rutina de comer, retirarse a su pieza y por las tardes ver noticias. Al quinto día llegó un camión de militares a gran velocidad, haciendo sonar sus ruedas al frenar frente a la pensión, se bajaron varios soldados armados que se pusieron en fila, mirando hacia la pensión. De último, se bajó uno que  no tenía  casco,  se veía que era el que mandaba más. Golpeó  fuertemente la puerta, no esperó tres segundos para repetir esa manera de golpear tan insolente en casa  ajena.

Doña Nana como jefa de de esa casa era la única que abría  la puerta y la única que respondía el teléfono.

- ¡Buenos días!
-  Buenos días, señora.  ¿Es usté la dueña de la pensión?
-  Así es, señor, correctamente.
- ¿Usted tiene alojados aquí a Hugo Marambio, Jaime Solórzano y Roberto González?
- Bueno ellos se quedan aquí por temporadas pero ahora mismo…

Doña Nana no alcanzó a terminar de hablar cuando ese militar empujó la puerta, haciéndola caer sentada, no pudo sofocar un grito. Entró  ese que parecía sargento y tres soldados más que lo seguían a paso de trote. Las botas sonaban  por el pasillo, hasta llegar a ese salón central, desde donde se podía tener una vista de todas las puertas de las habitaciones.

- ¡Hugo Marambio, Jaime Solórzano y Roberto González!

En ese momento, junto a su puerta, Lorenzo tenía la mano en la manilla, solo para preguntar ya que a él  no lo habían llamado. En ese instante, como una centella, imaginó lo que le diría Cristina:

- ¿Te llamaron a voh? ah? ¿Te llamaron a voh ? ¿Ah?  ¡Entonces no  tenis nah  que estar asomándote donde no te han llamao!

Inmediatamente,soltó la manilla de la puerta. Nuevos gritos aun más fuertes se sintieron muy cerca de la puerta de la pieza de Lorenzo.

- ¡Hugo Marambio, Jaime Solórzano y Roberto González!

Se sintió el ruido de una puerta,  pasos y conversaciones que no alcanzó a entender. Después los ruidos de otra puerta,  más pasos, más conversaciones acaloradas, que no se alcanzaban a distinguir.  Pasos saliendo de la pensión y nuevo grito aún más fuerte.

 - Roberto González!!!!!!! Roberto González!!!!!!
 Lorenzo sintió los gritos casi dentro de su pieza, a seguir sintió como de una patada con esas botas negras abrían la débil puerta de madera, era en la pieza contigua a la suya, escucho claramente como se rompían cosas y alguien se resistía a ser llevado,  "hombres forzando….  - "conchetumadre"….-  Con los dientes apretados mientras hacían fuerzas, hasta que  en pocos segundos su vecino (a quien no alcanzo a ubicar de cara), fue sacado de su pieza destrozada, mientras gritaba:
- Si yo no he hecho ná hueon  POR QUE ME LLEVAN A MI?  SI YO NO HE HECHO NÁ!!!

 Se escucho un ruido seco al tiempo que un quejido, Lorenzo adivino un fuerte culatazo en el estomago o en las costillas, en posterior conversación con Doña Nana, se lo confirmaría, estaba ella llorando y preguntaba:

- Qué esta pasando? …Por qué se los llevaban?..... ¿A dónde se los llevan?....
 No recibió ninguna respuesta solo una pregunta de ese que mandaba que volvió a entrar, y gritando:
- Usté iñora a cuantos comunistas mas esconde en esta casa?
- yo? a ninguno si doy alojamiento a puros profesores de la universida...  (Ella iba a seguir explicando cuando la interrumpen con nuevos gritos.)
 - Estos señora!, son comunistas! con usté misma vamos a hablar después a ver a cuantos  mas usté va a seguir escondiendo!!!

 El militar sale seguido por las botas que golpean el suelo como si se tratar de una manada de caballos, se escucha partir el pequeño camión.
 Lorenzo dejo pasar mas o menos media hora antes de salir de su pieza, en la cocina estaba Doña Nana aun nerviosísima, tomaba un té de esos que calman los nervios, Lorenzo se asomo a la cocina inclinándose hacia adelante por la puerta.

- Permiso.
- M´hijito!  Si con toda esta custion hasta me olvido de que usted estaba aquí!
- Queda alguien mas en la pensión Nanita?.
-  Hay un señor mas que me dijo que se iba a ir hoydia en la noche, por que esta asustao que se lo lleven a el también, y queda usted no mas!.
- Pero dijeron algo?  Se sabe donde los llevaron?
-No dijeron ná….Se los llevaron así nomas, voy a tener que avisarle a la esposa de de Don Jaime que vive en Valparaíso, el señor Hugo es soltero…..así que no tengo a naiden a quien llamar.

 Estaba tan atemorizada sobre lo sucedido que no quiso siquiera mencionar a Roberto González, también Lorenzo estaba atemorizado por lo que tampoco preguntó.

 - Hicieron añicos la pieza que esta  al lado de la suya.
- Así escuche doña Nana.
- Yo no se que hacer! juntarle las cosas de ellos pa que después vengan a buscarlas,  o a lo mejor ellos solitos regresan,
- A lo mejor.

 Doña Nana le preparo desayuno igual como el primer día, ya que tenia intuición de que pasaba hambre, y el hambre era una característica de Lorenzo cuando estaba nervioso.

 - Doña Nana, yo creo que en dos días mas o a lo mejor uno solo yo también me voy a ir, a mi igual me pueden llevar si regresan!  y quien sabe lo que les pase, yo por mientras me voy a Antofagasta a estar con la Cristina hasta que las cosas aquí en Santiago se tranquilizan, no se preocupe por el alquiler igual le dejo pagado el mes, lo único que le voy a pedir Doña Nana, si, cuando me haya ido, vienen los militares y preguntan por mi….  no les vaya a decir que estuve aquí.. Si igual me llevo todas mis cosas….  le dejo la pieza tal y como la encontré.
 - Si m´hijito a uste no lo van a venir a buscar, por que   no creo que  vayan a venir mas. Le voy a pedir un favor para hoydia!
- Dígame nomás doña Marta (era fácil confundirles eran muy parecidas)
- Que me queme un poco la basura allá atrás !mire que el camión no ha pasado, y ya se me empieza a acumular!
- Ya Nanita, dígame donde esta la basura nomas y yo se la quemo!

 Lorenzo aprovecho y busco casi todos los documentos que traía en el maletín de los documentos, excepto partida de nacimiento y otros de identificación, pero todos los curriculum que traía y referencias fueron quemadas hasta que solo fueran ligeras cenizas negras, lo mismo hizo con sus carnets de partidos políticos.

 Pasaron 3 días desde que los militares fueron a casa de Doña Nana cuando Lorenzo vestido nuevamente de elegante, salía de la pensión de Doña Nana con la promesa de "venirse de todas maneras"  ya que en menos de un mes va a estar todo arreglado le dejaría pagado ese mes de pensión a Doña Nana, por si acaso, aunque podría haber tomado una micro si caminaba un poco prefirió tomar un taxi nuevamente hasta la misma estación de buses,  al bajar del taxi diviso nuevamente el hotel  donde se hospedó ese once de Septiembre, se dispuso a tomar el bus de regreso que esta vez demoraría cuatro días en llegar a destino ya que de noche no se podía viajar, por el toque de queda.

 Lorenzo se lamento de haberse llevado un libro para entretenerse por mientras, solo podría pensar y dormir.